TEATRO







Trampagote De La Mancha
                   Y
Su Escudero Chiquipanza










Original de Félix Fernández Montes
inscrito en la S.G.A.E con el nº 4575622



Trampagote de la Mancha y su Escudero Chiquipanza
Original de Félix Fernández Montes




            (En escenario un carro de cómicos levemente iluminadoy un baul. Entra Chiquiznaque diciendo a voces)
Chiquiznaque.-      Lo ves Trámpagos, te dije que no se habían enterado. Que no iba a venir nadie.
                                          (De pronto ve al público).
Chiquiznaque.-      ¡¡Atiza!!
¡Trámpagos! ¡maese Trámpagos! ¡Que ya están aquí! ¡Que han venido!

Trámpagos.-         ¡¿Como?! (Saliendo a escena) ¡Pues es verdad!. ¿Chiquiznaque, porqué no me has avisado?

Chiquiznaque.-      Si lo he hecho!

Trámpagos.-         ¡Que lo has hecho, que lo has hecho! ¿Cuándo lo has hecho?

Chiquiznaque.-      ¡Ahora mismo. Acabo de hacerlo!

Trámpagos.-         Desde luego así ni vamos al festival de Barcelona ni a ninguna parte.

Chiquiznaque.-      ¡Oye tú que he sido yo quien los ha visto.

Trámpagos.-         (Pidiendo disimulo sin disimulo ninguno)¡¡El público!!.

                        (En estas están ya colocados en escena, cogen una dulzaina y un tambor, dan un paseito gracioso por el escenario tocando, y terminado el tema saludando muy exagerados)

Trámpagos.-                            ¡Pasen señoras pasen!

Chiquiznaque.-      (Llamándole) Maese Trámpagos...

Trámpagos.-                            ¡Señores pasen y vean!

Chiquiznaque.-      ¡Maese Trámpagos!

Trámpagos.-                            ¡Que vengan niños y niñas
                                   y los ancianos y abuelas.

Chiquiznaque.-      ¡¡Trámpagos!!

Trámpagos.-         ¡¿Qué pasa?!

Chiquiznaque.-      Pues que ya están sentados desde hace un rato largo

Trámpagos.-         ¡¿Y qué?! ¡El pregón es así!. y como vuelvas a interrumpirme, cabeza de chorlito, como me llamo Trámpagos que te vas a enterar.
(Al público) Como decía:
La celebre compañía
de cómicos de la legua
“El retablo del maese Trámpagos”
                        (Chiquiznaque redobla el tambor y Trámpagos saluda ceremonioso)
                                               Se complace en presentaros:

Juntos.-                                   “Las aventuras y andanzas
                                               del Quijote y Sancho Panza”

(Chiquiznaque toca el tambor, y Trámpagos repicando unas castañuelas se arranca a cantar).
Trámpagos.-                            Miguel Cervantes Saavedra
el gran autor castellano
la historia de esta novela
al mundo dejó en regalo

Chiquiznaque.-             (Cantado)Todo empezó en un tranquilo
pueblecito castellano,
cuyo nombre el autor dice
que no quiere recordarlo.

(Dejando de cantar)  Y mejor que no se acuerde. Porque anda que no hay nombres en la dichosa novela. ¡Lo que me ha costado aprenderme de memoria todos los nombrecitos que teníamos que decir!

Trámpagos.-         !Chiquiznaque¡

Chiquiznaque.-   Vale

Trámpagos.-          (Cantado) La historia cuenta de un hombre,
llamado Alonso Quijano,
que se le fue la cabeza
hasta quedarse chalado.

Chiquiznaque.-    (Cantando) De tanto leer y leer,
día y noche sin descanso,
novelas de caballeros
y gigantes encantados

(Redobla Chiquiznaque el tambor y sale Trámpagos, muy ceremonioso, de escena)



Chiquiznaque.-(Recitado)        Trámpagos será el Quijote,
y ahora se está disfrazando,
y yo haré de Sancho Panza,
aunque soy más bien delgado.

Nosotros, nuestros papeles,
para la historia contaros,
los haremos a conciencia
y lo mejor que sepamos.

Vosotros haced el vuestro,
que será el imaginaros
que a veces somos nosotros,
y otras Don Quijote y Sancho

(Hace un redoble de tambor y sale Trámpagos,  disfrazado de Don Quijote, en  camisón y gorro de dormir, atisba entre cajas asegurándose de que nadie le vea, y saca del baúl con un gran libro, y se sienta a leerlo apasionado. Terminado el redoble Chiquiznaque comienza en tono de pregón)
Chiquiznaque.-  Éste que vemos aquí es el buen hidalgo Alonso Quijano, que se aficionó tanto a leer libros de caballería, que lo dejó todo, para no hacer otra cosa, si no leer los dichosos libros.

D. Quijote.-          (Leyendo apasionado) ”Altos cielos que de vuestra divina divinidad divinamente con las estrellas os divinizan, y os hacen merecedora del divino merecimientoque merece vuestra merecida grandeza. Con la razón de la sinrazón que a mi razón se hace me quejo de vuestra fermosura”.

Chiquiznaque.-   (Declamando) Y ya ven como esos libros estaban llenos de palabras raras y sandeces como princesas raptadas y gigantes y monstruos, que desde luego no existen. Pero tanto leyó y leyó, que el buen hombre se las acabó creyendo.
                            (Cambiando el tono) Y digo yo que si se creyó todas esas idioteces es porque ya estaría un poco tocado...

Trámpagos.-         ¡¡Chiquiznaque!! Al público no le interesa lo que a ti te parezca.

Chiquiznaque.-   Pero Trámpagos...

Trámpagos.-         De Trámpagos nada. ¡Don Alonso Quijano! Y haz el favor de limitarte a decir el texto que te toca.

Chiquiznaque.-   Sigo.
                            (Continua declamando) Y a continuación podrán ver todos como lió en su locura a un labrador vecino suyo llamado Sancho Panza.
                            (Cambiando el tono) Y como ese lo hago yo voy a cambiarme.(Sale)

D. Quijote.-          (Luchando contra fantasmas) ¡Atrás malandrines! ¡Toma felón! !Yo te liberaré princesa Nicomicona! ¡Lucha conmigo Pentapolín de la Trapobana! ¡¿Qué tú también quieres, Alifanfarrón del Arremangado Brazo?. Para los dos habrá ¡Toma y toma cobardes!

                                    (Entra Chiquiznaque vestido de Sancho Panza)

Sancho Panza.-   Señor don Alonso....

D. Quijote.-          (Arremetiendo contra él) ¡Atrás gigante traidor! ¡Atrás fementido malandrín o te atravieso parte a parte con mi espada!

Sancho Panza.-   No hagáis tal cosa señor. Mirad que ni soy ningún gigante, ni ninguna de esas cosa raras que usted dice, sino el bueno de Sancho Panza, labrador vecino suyo y nada amigo de peleas.

D. Quijote.-          Perdona Sancho. Ahora te reconozco. (Espantando otro fantasma) ¿También tú Caraculiambro? Por muy gigante que seas voy a partirte en dos: ¡toma y toma! (Cambiando el tono). Hay que estar alerta, Sancho. El mundo está lleno de gigantes, diabólicos encantadores, malandrines, y felones.

Sancho Panza.-     ¡¿Si?! Que no me los encuentre yo, que no sabría que hacer sino salir corriendo. Pero a lo que yo venía es a que me pague la carga de leña que traje con el borrico el otro día.

D. Quijote.-          Calla Sancho, que nunca he visto yo que se hable de dinero en los libros de caballería.

Sancho Panza.-   A lo mejor será porque en los libros esos de caballería, que lee vuesa merced, se llenan la tripa con sólo pensar en las princesas.

D. Quijote.-          No es bueno Sancho, el hablar de lo que se desconoce. Has de saber que muchos caballeros, y los escuderos suyos, acabaron sus venturosos días siendo reyes o gobernadores de alguna rica insula. Y he decidido armarme caballero y partir, para enderezar cuantos agravios y entuertos se presenten en mi camino.

Sancho Panza.-  Pues quedo enterado, y bien puede usted salir a enderezar cuantos “gravios y tuertos” le venga en gana.

D. Quijote.-          Agravios y entuertos Sancho, que es como decir insultos e injusticias.

Sancho Panza.-   Pues como se diga, que no se que manía tiene de decirlo todo de una manera tan rara. Y como a buen entendedor pocas palabras bastan: deme usted mi paga; que el que usted se vaya de caballero andando, no me sirve de nada para alimentar, ni a mi mujer Teresa Panza, ni a mi hija Sanchica, ni a mí, ni a mi asno; que el animalito come tanto o mas que su amo.

D. Quijote.-          Olvídate de todo Sancho, porque voy a nombrarte mi escudero. Vendrás conmigo y serás testigo de mis hazañas.

Sancho Panza.-   ¡Quiá! mi señor Alonso Quijano, que no lo pienso hacer. Que nada he perdido yo deshaciendo “tuertos”, como vuesa merced dice, por esos caminos de Dios.

D. Quijote.-          “Entuertos” Sancho, y ¿no te he dicho lo fácil que resulta para el escudero, acabar siendo rey o gobernador de una ínsula?

Sancho Panza.-   Será, cuando usted lo dice, pero mientras llega lo de ser rey en la ínsula esa, (lo cual no me importaría), si quiere que le acompañe de aventura por esos mundos de Dios, bueno sería que acordáramos alguna paga.

D. Quijote.-          Así lo haremos. Desde hoy tú mismo llevarás la cuenta de los días que pasen, y no dudes que a nuestro regreso yo te pagaré cumplidamente según el precio que acordemos.

Sancho Panza.-   Siendo así acepto el trato, que nunca he salido del pueblo. Y después de toda una vida destripando terrones, eso de ser escudero de caballero andando, a servidor le va a ir que ni pintado.
                            Lo único si yo, en vez de “andando”, no podría llevarme a mi burro, por el cariño que le tengo al animal.

D. Quijote.-          ¡Andante! Sancho, ¡Caballero Andante! que no andando; lo que es decir: de la antigua y famosa “Orden de la Andante Caballería”. Iremos a las justas entre caballeros que se celebran en Barcelona. Y son tales las proezas que pienso hacer, que pasaré al libro de la historia como “El Caballero Don Quijote de la Mancha”. Que es como me voy a llamar en vez de Alonso Quijano. Y a mi caballo le pondré el sonoro nombre de “Rocinante”.

Sancho Panza.-   ¿Se refiere a ese jamelgo flaco de ahi fuera? Por mí puede llamarle como quiera. Yo me seguiré llamando Sancho Panza, que es como me he llamado siempre. Eso si, al burro puedo llamarle “Rucio”, que también suena mas fino que asno, burro o jumento.

D. Quijote.-          Entonces amigo Sancho, estamos de acuerdo. (Poniéndose clandestino) Que no se enteren mi tía ni mi sobrina. Prepara a Rucio, y las cosas que necesites para el camino, y mañana al amanecer partiremos.

Sancho Panza.-   Si lo he dicho así lo haré. Sancho Panza es hombre de palabra. Aunque no dejo de pensar si eso de irnos usted y yo de aventuras no va a ser una locura.

D. Quijote.-          No lo dudes Sancho amigo. ¡Juntos, vamos a vivir la mas famosa de las gestas que jamás vieran los tiempos!. ¡“Las Portentosas Andanzas Del Caballero Don Quijote Y Su Escudero Sancho Panza”!

Sancho Panza.-   ¡Amén!
(Oscuro)II

(Sale Chiquiznaque tocando el tambor y declama)

Chiquiznaque.-      Y así como todos han visto, fue como Don Quijote y Sancho Panza salieron juntos por los campos a la búsqueda de aventuras. Y ahora podremos ver, de lo que hablaron y de como Don Quijote escogió a su dama, y otras cosas que les sucedieron en el camino.

                            (Chiquiznaque se mete tras el carro y sale Trámpagos llevando entre las piernas el típico palo con cabeza de caballo,)

D. Quijote.-          ¡Dichosa edad, y siglo dichoso áquel en que saldrán a la luz las famosa hazañas mías!. ¡Oh tú, sabio encantador, quien quiera que seas, que estás escribiendo esta historia!, ¡no te olvides de mi caballo Rocinante y del buen amigo Sancho, compañeros eternos de todas mis aventuras!.
                            (Mira y ve que está solo) ¿Sancho? ¡¡Chiquiznaque!!

Chiquiznaque.-   (Off) ¡Me estoy poniendo el burro!

Trámpagos.-         ¡Este chico.....

Chiquiznaque.-   (Sale metido en un burro de cartón con falditas) Ya estoy aquí.

Trámpagos.-         Pues vámonos.

Chiquiznaque.-      Vamos.

                            (Cabalgan en silencio por el escenario y al rato:)

D. Quijote.-          Estaba pensando amigo Sancho, que en todos los libros que he leído, siempre los caballeros tenían una señora enamorada, a la que dedicar sus hazañas y encomendarse antes de las batallas.

Sancho Panza.-     Las batallas será mejor no tenerlas, por si acaso,. Y en cuanto a lo de la señora, alguno habría que no tuviera, y que se encomendara a Dios.
D. Quijote.-          No es así.

Sancho Panza.-     Pues eso tiene fácil solución, encomiéndese a su tía.

D. Quijote.-          ¿Que dices Sancho?

Sancho Panza.-     O a su sobrina, si lo prefiere, que es mas joven y mejor moza.

D. Quijote.-          Eso no puede ser de ninguna manera Sancho. De cuando se ha visto que un caballero, y por ende ningún hombre, pueda estar enamorado de su tía, su sobrina o de ninguna mujer de su familia.

Sancho Panza.-     Si tiene que estar enamorado....

D. Quijote.-          Y si yo, por mi buena suerte, o por mis malos pecados, me encuentro en el camino con algún gigante, y lucho con él y le rindo; ¿No necesitaría tener una dama a quien enviarle, y que hincado de rodillas le dijera: “Yo señora, soy el gigante Caraculiambro, a quien venció en singular batalla, el famoso Don Quijote de la Mancha, quien me manda para que disponga de mí como criado”?

Sancho Panza.-     Dicho así no estaría de más.

D. Quijote.-          Entonces es completamente necesario que elija de inmediato una dama, como dueña y señora de mi corazón.

Sancho Panza.-     Pues piense vuestra merced en alguien, que aunque soltero, algún amorío habrá tenido en su juventud.

D. Quijote.-          Dices bien. Y haciendo memoria me acuerdo de una princesa, del pueblo del Toboso, hija de un tal Lorenzo, de cabellos de oro como los trigales maduros y piel blanca como la luz de la luna, a la que en tiempos yo miré con buenos ojos, y tengo por cierto que ella tampoco a mí con malos ojos me miraba.

Sancho Panza.-     ¡¿No sería por un casual Aldonza Lorenzo?!

D. Quijote.-          ¡La misma!

Sancho Panza.-     ¡La conozco! Buena pieza ha elegido como dama mi señor don Quijote. Aunque de princesa nada, campesina como yo. Y en eso de pálida y de cabellos de oro también anda equivocado mi señor, porque a lo que recuerdo, está más bien negra del sol, y el pelo igual que las cerdas de la cola de una mula.

D. Quijote.-          (Montando en cólera y apuntando a Sancho con la lanza) ¡Mientes bellaco! Jura aquí que no hay en el mundo otra mujer mas bella que ella, o te traspaso parte a parte con mi lanza.

Sancho Panza.-     (Temblando)Juro, juro, que sería otra Aldonza la que yo decía; y además que, si se pone así por eso, lo mismo juraría del diablo.

D. Quijote.-          ¿Me burlas canalla?

Sancho Panza.-     Que no, que no, que lo digo de veras. Que me muera aquí mismo si no pienso que Aldonza Lorenzo es la mas bella zagala que jamás haya visto.

D. Quijote.-          Entonces vale. Y también pudo ser que no acertaras a verla bien, deslumbrado por su hermosura. O que la vieras bajo el encantamiento de algún mago, de los muchos enemigos míos que me persiguen.

Sancho Panza.-     Así será seguramente. Pero sigamos camino señor, ya que tenemos a Aldonza Lorenzo por buena dama y aun queda por delante una larga jornada.

D. Quijote.-          Desde hoy nunca mas se llamará Aldonza Lorenzo, sino.....¡Dulcinea! ¡Dulcinea del Toboso! y con ese nombre pasará conmigo al libro de la historia.

Sancho Panza.-     Si señor, más vamos.

D. Quijote.-          Vamos. Pero antes: (Se planta gallardo y exclama apasionado)
                            ¡Oh princesa Dulcinea, señora y dueña de este cautivo corazón!, mucho mal me habéis hecho al dejarme marchar a mi aventura sin despedirme de vos. Ruegoos miréis por este, vuestro humilde enamorado, que tantos cuidados por vuestro amor padece.

Sancho Panza.-     (Al burro) Pues si que le ha dado fuerte. Así, de pronto, parece que estuviera locamente enamorado.
(A él)¿Vamos?

D. Quijote.-          Vamos.


                            (Cabalgan un rato hasta que se escucha el galopar de varios caballos que se acercan)

D. Quijote.-          Alto Sancho, atente y mira. (Hacia la caja) ¿No ves venir, allí por el camino, unos hombres?.

Sancho Panza.-     Si los veo señor, y mejor será que nos apartemos a un lado, que por lo que parece vienen con prisa.

D. Quijote.-          ¿Apartarme yo? ¡Don Quijote de la Mancha! Como se ve que no conoces el valor que infunde en mí el recuerdo de mi amada.

Sancho Panza.-     Mire bien lo que hace señor, que al parecen son arrieros, y todos ellos suelen ser gente más bien bruta y siempre con ganas de pelea.

D. Quijote.-          Estamos de suerte si es así. Ahora verás de lo que es capaz la fuerza de mi brazo. Con esto comienzan nuestras aventuras y la gloria Sancho.
                            (Alzando la voz hacia la caja) ¡Que todo el mundo se detenga, que ninguno ha de pasar por este sitio si antes no confiesa, que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la simpar Dulcinea del Toboso.

Sancho Panza.-     Piense señor que a lo mejor no la conocen.

D. Quijote.-          Eso da igual. (A la caja) ¡Quietos todos, que ninguno ha de pasar sin declarar lo que yo digo!

Sancho Panza.-     ¡Que vienen señor! ¡Que vienen!

D. Quijote.-          ¡Al galope Rocinante! (Y espoleando su caballo sale de escena en furioso galope)

Sancho Panza.-     ¡Señor! ¡mire que son muchos!

                            (El ruido de cascos ha ido creciendo. Se escuchan ruidos de golpes, gritos de Don Quijote y caídas. Sancho mira todo desde un rincón cubriéndose y reaccionando a los gritos de su amo como si le dieran a él mismo. Luego el ruido de los cascos se aleja y queda el silencio. Sancho descubriéndose se atreve a mirar, y finalmente entra don Quijote todo apaleado llevando su caballo bajo el brazo. Corriendo hacia él, Sancho se echa a sus pies, pone rodilla en tierra  y besándole la mano le dice).

Sancho Panza.-     Deme ahora, según había prometido señor don Quijote, la ínsula que haya ganado en esta pelea. Que por grande que sea, yo me siento con fuerzas para ser su rey y gobernarla, tan bien como cualquier otro haya gobernado ínsulas en el mundo.

D. Quijote.-          Advierte hermano Sancho, que esta aventura, y otras semejantes no son aventuras de ínsulas, sino desafortunados encuentros, en los cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza, o una oreja de menos. Paciencia, que otras aventuras de ganar insulas vendrán. Pero busquemos donde pasar la noche, y curarme de los golpes, que parece que me hubiera pasado por encima un rebaño de elefantes.

                            (Sancho le ayuda a subir al caballo y, al amparo de una música apropiada, salen tristemente de escena mientras se hace un lento oscuro).


III


(Luz. Salen Trámpagos y Chiquiznaque tocando la dulzaina y el tambor).
Trámpagos.-                            Va el Quijote en su locura,
                                               camino siempre adelante,
                                               a la busca de aventuras
                                               con malvados o gigantes.

Chiquiznaque.-                         Sancho va detrás de él,
                                               pensando si puede ser
                                               que tales cosas existan,
                                               o en hacerse “taxista”.

Trámpagos.-         ¡¡Chiquiznaque!! ¡se puede saber que estupidez es esa de que Sancho Panza vaya pensando en hacerse taxista!

Chiquiznaque.-      Era para que rimara con exista.

Trámpagos.-         ¡Para que rimara con exista!....¡Pero tu eres bobo o que!

Chiquiznaque.-      ¿No es una poesía? Pues las poesías tienen que rimar, ¿o no?

Trámpagos.-         Tendrán que rimar diciendo cosas que peguen con la función.

Chiquiznaque.-      ¡Pues que se haga equilibrista!

Trámpagos.-         ¡¡Que no, que no, que no!! ¡¡Que Sancho Panza no va pensando en hacerse taxista, ni equilibrista, ni violinista, ni modista, ni bañista, ni la lista, ni nada!!

Chiquiznaque.-      ¿No va pensando en nada?

Trámpagos.-         ¡No!... Va pensando en ser gobernador de la ínsula. Y en tener la barriga llena, que comer también le gusta mucho.

Chiquiznaque.-      Pues yo que él pensaría en hacerme cualquier otra cosa, porque total, para lo que gana acompañando a ese loco. Seguro que al final ni le hacen gobernador ni nada.

Trámpagos.-         Y tu que sabes.

Chiquiznaque.-      Pues lo sé, porque me he leído el libro. Además que si no lo supiera no podría hacer la función.

Trámpagos.-         ¡Hala! ¡Ya has contado el final, ya lo has estropeado todo!

Chiquiznaque.-      Yo no he contado nada. Yo he dicho que a lo mejor....

Trámpagos.-         ¡¡Que a lo mejor gaitas!!

Chiquiznaque.-   Desde luego Trámpagos, no hay quien haga teatro contigo. Si por cualquier cosa te vas a poner hecho una fiera yo no voy contigo al festival de Barcelona.

Trámpagos.-         Bueno vamos a dejarlo.
(Haciendo esfuerzos por contenerse)
Don Quijote en Dulcinea
va pensando con amor.

Chiquiznaque.-      Sancho pensando en la cena
cuando sea gobernador.

Y ahora van a ver señores
unas bonitas figuras,
que pintó maese Trámpagos
para ilustrar la aventura.

(Con mucho boato de dulzaina y tambor Trámpagos abre una ventana en la frontal del carro, saluda y desaparece dentro. Chiquiznaque sigue al tambor muy concentrado,. hasta que asoma Trámpagos por la ventana del teatrito).
Trámpagos.-         ¡¡Chiquiznaque!!

Chiquiznaque.-      (Dejando de tocar) ¿Ya? Vale.

                            (En tono alto y recitativo. Mientras Trámpagos saca por la ventana y maneja los muñecos, según se van nombrando). Y a continuación verán lo que les ocurrió a nuestros héroes cuando andaban por los campos de la Mancha, que son esos que se ven que están saliendo ahí. Y vean como Don Quijote y Sancho, que son esas dos figuras, que hacen retratos de ellos, andaban tan ricamente por el campo, cuando vieron a lo lejos unos molinos de viento, que son, como ese que se ve que sale. Y así que los vio don Quijote dijo: “Sancho es hoy el día de nuestra fortuna, ves allí tremendo gigante, que aspa los amenazantes brazos con inusitada furia, pues pienso librar batalla con él y quitarle la vida.
                            (Abandonando el recitativo). Porque se creía que el molino era un gigante, y quería a luchar con él.

Trámpagos.-         (Sacando la cabeza) Al grano Chiquiznaque.

Chiquiznaque.-   Sigo.(Recitativo) Y Sancho le dijo que él no veía ningún gigante, sino un molino: y que lo que parecían los brazos eran las aspas del molino movidas por el viento. Y Quijote le dijo que si que era un gigante, y que si tenia miedo se apartase. Y sin atender a mas razones se le fue encima a todo galope, como todos pueden ver, diciendo: “no fullais cobardes, que un solo hombre os acomete”.
                            (Cambio)Que es como decir: no os escapeis que estoy solo.

Trámpagos.-         (Sacando la cabeza, en tono amenazador) ¡Chiquiznaque!

Chiquiznaque.-      Sigo, sigo.
                            Y quiso su mala suerte, que se levantara una ráfaga de aire según llegaba y echaran a girar las aspas del molino, dándole tal golpe, como todos pueden ver, que le tiró malherido del caballo, y tuvo que ir a toda prisa Sancho Panza a socorrerle. (Cambia rapido a Sancho).

Sancho Panza.-     ¡Madre mía se ha matao! (Corre al carro gesticulando mucho) ¡Señor!

D. Quijote.-          (Entrando muy maltrecho del hombro de Sancho) ¡Ay! ¡ay!

Sancho Panza.-     ¡Válgame Dios!, ¡que golpe! ¿No le dije que no era un gigante sino un molino?

D. Quijote.-          Sancho seguro que esto ha sido cosa del mago Malanbruno, que como me tiene manía, ha transformado a este gigante en molino, para quitarme la gloria.

Sancho Panza.-     Déjeme ver. Buen golpe si señor. En este encuentro tampoco habremos ganado la ínsula, pero eso si, en la cabeza le está saliendo un chichón tan gordo como un huevo.

D. Quijote.-          Esto no me habria pasado si hubiera llevado puesto el yelmo de Mambrino.

Sancho Panza.-     ¿El qué de quién?

D. Quijote.-          El yelmo de Mambrino Sancho. El yelmo es como se llama el casco de hierro, con el que los caballeros suelen cubrirse la cabeza para entrar en batalla.

Sancho Panza.-     Con golpes como éste no le iba a servir de mucho llevar un casco de “membrillo”.

D. Quijote.-          De membrillo no Sancho, sino de Mambrino. Llamado así porque fue del famoso encantador y sabio Mambrino. Y estaba hecho de oro puro.

Sancho Panza.-     ¡Caramba! ¡De oro puro! Eso si que sería un buen botín.

D. Quijote.-          Todo llegará Sancho. Y ahora ayúdame a preparar un remedio mágico que sé, para mitigar el dolor que tengo.

Sancho Panza.-     ¿Una poción mágica que quita el dolor? Eso si que me gustaría saberlo.

D. Quijote.-          Lo sabrás, que como yo no puedo ni moverme tú tendras que hacer el prodigioso “Bálsamo de Fierabrás”.

Sancho Panza.-     Y dale con los nombrecitos. ¿Que no conoce vuestra merced nadie que se llame de una forma corriente, como Pepe, o Pedro o Antonío?

D. Quijote.-          Olvídalo, lo único que tienes que hacer es exactamente lo que yo te vaya diciendo. Coge una alcuza, frasco o redoma en donde podamos mezclar bien los ingredientes.

Sancho Panza.-     (Rebuscando en su zurrón) ¿Alcuza, frasco o redoma?... ¡Aquí tengo esta olla,! No tiene un nombre tan fino pero supongo que servirá.

D. Quijote.-          Servirá. Ahora, ¿ves aquellas matas de romero que crecen aquí y allá?

Sancho Panza.-     Esas si que las conozco, que Teresa Panza las pone en los armarios para dar buen olor.

D. Quijote.-          Pues recoge un buen puñado de ellas, machácalas bien, y mézclalas con un poco de sal, mitad de aceite, y otro tanto de vino, que son todo ingredientes que se que llevas en tus alforjas.

Sancho Panza.-     Efectivamente; aceite y sal para la ensalada; y el vino por dar gusto a la garganta cuando aprieta la sed.

D. Quijote.-          Junta todo ello en la redoma y mezcla bien todos los ingredientes.

Sancho Panza.-     A la olla con todo y a menearlo bien. ¿Que más?

D. Quijote.-          Nada más amigo. Ya está hecho el milagroso bálsamo de Fierabras. Dame ahora de beber, y verás como por su efecto maravilloso desaparecen todos mis males.

Sancho Panza.-     ¿Así de fácil? ¡Mira! Verás cuando se lo enseñe a mi mujer Teresa Panza, (Dándole de beber) ¡No se lo acabe!, que aunque a mi no me duele nada, también me gustaría probarlo.

D. Quijote.-          (Tras beber) Toma Sancho, toma y bebe, que el bálsamo de Fierabrás, no solamente sirve para quitar el dolor, sino que también da energía y vigor a quien lo consume.

Sancho Panza.-     (Bebe hasta terminárselo) ¡Puag! ¡Que mal sabe este brebaje! prefiero el vino sólo.

D. Quijote.-          El sabor es lo de menos. Verás que pronto nos hace sentir sus benéficos efectos.

Sancho Panza.-     (Llevándose alarmado las manos a la barriga) ¡Ay señor! ¡Que me parece que si, que ya lo estoy notando!

D. Quijote.-          (Se ponerse en pie haciendo arcadas) Yo también Sancho, parece que algo siento.

Sancho Panza.-     ¡Ay, ay, ay, señor! Que a mi lo que me está dando es un dolor de tripa y unos retortijones de espanto. (Don Quijote responde con unas ruidosas arcadas y alejándose tambaleante hacia un rincón. Sancho corretea por el escenario tapándose el culo con las manos).
                            ¡Que me voy!, ¡que me voy señor!, ¡¡que me lo hago encima!! (Sale corriendo de escena bajándose los pantalones. El Quijote vomita ruidoso entre las cajas, mientras se escuchan los pedos y exclamaciones que producen los alivios de Sancho. Al rato sale Sancho a escena subiéndose los pantalones).

Sancho Panza.-     ¡Ay! ¡ay! ¡ay! mi señor! que brebaje es éste, que se me han descompuesto y soltado las tripas como si hubiera comido cinco kilos de ciruelas verdes.

D. Quijote.-          (Entra a su vez todo malito) No te preocupes, que será un pasajero efecto secundario. Pronto sentiremos sus efectos mágicos. (Y dándole de nuevo arcadas sale a vomitar)

Sancho Panza.-     ¡Ay que tiene razón! ¡Que ya los siento de nuevo! (Sale corriendo como antes y vuelven a sonar otra ráfaga de pedos. Al cabo vuelve a entrar).

D. Quijote.-          (Incorporándose con trabajo a escena) Ves amigo Sancho, ¿a que ahora te sientes mejor?.

Sancho Panza.-     No sabría que decirle mi señor..... ¿Y seguro que es así como se hace el famosísimo bálsamo de Fierabras? ¿A ver si es que nos hemos equivocado en algo?

D. Quijote.-          Tal cual lo hemos hecho. Que lo tengo mil veces leído en mis libros. Y has de jurarme Sancho que nunca contarás el secreto de los ingredientes de esta receta a ningún enemigo.

Sancho Panza.-     A quien no se lo diré nunca es a ningún amigo. Pero si su merced se encuentra mejorado de los golpes que le dio el molino, o el gigante encantado, o lo que fuera, volvamos a por Rocinante y el rucio y sigamos el camino, antes que vuelva a hacernos su mágico efecto el bendito bálsamo de Fierabras.

D. Quijote.-          Si, es mejor. Vamos amigo.

Sancho Panza.-     Vamos.

(Salen penosamente de escena mientras se hace el oscuro)



IV


(Trámpagos toca el tambor. Entra la luz sobre la ventana del carro, se abre el telóncillo, y sobre un fondo de interior venta salen los muñecos según se nombran).

Trámpagos.-         (Recitando) Y vean como tras esta aventura, siguieron a la busca de otras, y encontraron muchas, y en todas Don Quijote, y cuando no los dos, acababan recibiendo bien de golpes y porrazos. Como en la aventura de la venta a la que llegaron un día y que es esa que ven que está saliendo ahí, y que don Quijote se creyó que era un castillo. Y por la noche se empeñó que los pellejos en los que guardaba el vino el posadero, que son como esos que ven, eran otro gigante encantado. Y se lió con ellos a espadazos como están viendo, y los reventó todos y se salió todo el vino, como todos pueden ver. Y el posadero, como ven, se puso furioso y dijo que le tenían que pagar el vino y los pellejos y don Quijote se fue diciendo que no; que él nunca había leído en sus libros que los caballeros andantes tuvieran dinero ni pagaran, y que él tampoco pensaba pagar nada.( Chiquiznaque, sobre la marcha, cambia la escenografía a un exterior venta, y lanza una y otra vez al aire una replica de Sancho) Entonces el posadero y otros que había, cogieron al pobre Sancho y agarrando entre todos una manta, le subieron encima y le mantearon a conciencia, lanzándole por los aires y volviéndole a coger, y volviéndole a lanzar, como todos estamos viendo, hasta que se cansaron. (Se ve un último salto del muñeco de Sancho tras las vallas de la venta en el teatrito y cae Sancho desde el carro aparatosamente en escena)

D. Quijote.-          ¡Amigo Sancho!

Sancho Panza.-     ¡Al final tampoco yo he pagado nada!.
                            Pero vamos señor que aquí tampoco ganamos ínsula.

D. Quijote.-          Si mejor vamonos.

Sancho Panza.-     Vamos.

(Quijote y Sancho se colocan sus monturas y cabalgan un rato en silencio).

D. Quijote.-          ¡Fijate Sancho, que hermosos bosques! Paremos aqui y aprovechemos la soledad de este remanso para merendar.

Sancho Panza.-   Bueno sea. Que comer siempre alegra el animo.

(Se quitan sus cabalgaduras, las aparcan no muy lejos, se sientan y Sancho sacando pan, embutido y una navaja corta y reparte las provisiones).
D. Quijote.-          Dime amigo Sancho, si no es verdad que no existe vida mejor que la de los caballeros andantes. ¿Que mayor alegría puede haber para el espíritu, sino el andar sin rumbo a la búsqueda de aventuras, teniendo para dormir la fresca yerba, y como techo las infinitas estrellas del firmamento?
Sancho Panza.-     Tenga. (Él se queda con un cacho mucho más grande). ¿Quiere vuestra merced que le diga la verdad de lo que pienso?

D. Quijote.-          Habla sin miedo Sancho, que yo sabré de comprender y estimar en su valía tus razones.

Sancho Panza.-     Pues si he de ser sincero he de decirle, que es verdad y que no lo es. Porque esto de andar vagando de aquí para allá sin rumbo, sin duda es mejor que el estar trabajando la tierra como yo hacía. Pero también es verdad que en cualquier trabajo normal, cuando termina la jornada, a uno le espera su casa, con una buena cena, una cama blanda donde descansar, y hasta mañana. Y veo que en esto de la caballería, uno suele acabar aporreado, cuando no manteado, como yo el otro día.

D. Quijote.-          Eso son sólo pequeños tropiezos sin importancia.

Sancho Panza.-     Así será si usted lo dice, que suele ser siempre el que cobra. Pero también al labrador, con el tiempo le llega la cosecha y con ella la ganancia, mientras que nosotros no veo yo que ganamos con esto.

D. Quijote.-          Todo se andará Sancho. Verás que pronto cambia nuestra suerte.

Sancho Panza.-     No si otra cosa no será, que andar, ya andamos Pero sueño con lo de ser gobernador de la ínsula esa, por pequeña que sea, y el llegar a casa y decirle a Teresa Panza: ¡Hala mujer! lávate bien y ponte ropa limpia que vas a ser gobernadora.

D. Quijote.-          (Levantándose) Escucha Sancho y mira que pronto y al pelo viene a buscarnos la fortuna. ¿Ves al fondo del camino aquel caballero que viene hacia nosotros?

Sancho Panza.-     No veo sino un labriego, montado sobre un burro como el mío y que lleva algo raro en la cabeza.

D. Quijote.-          Mala vista tienes Sancho. Que no son ni burro, ni labriego, sino caballero, sobre rica jaca jerezana. Pero lo fundamental es, que si no me equivoco, lo que lleva puesto sobre la cabeza no es, ni más ni menos, que el riquísimo yelmo de Mambrino, del que ya te he hablado.

Sancho Panza.-     Veré yo mal entonces, o tendré otra vez uno de esos encantamientos, que hacen que las cosas no sean lo que parecen.

D. Quijote.-          No lo dudes, ¡porque esta aventura ha de quedar escrita en el libro de la gloria! “De como el Caballero don Quijote de la Mancha ganó en singular batalla el famoso yelmo de Mambrino”.

Sancho Panza.-     Mírelo bien señor, que es un aldeano sobre un burro corriente y moliente. Y que lo que lleva en la cabeza no parece ser casco ni yelmo, sino algo raro que desde aquí no distingo.

D. Quijote.-          ¡Es yelmo Sancho! ¡No lo ves de oro puro como reluce al sol! ¡Sin duda alguna que es el yelmo de Mambrino.
(Cogiendo la lanza y el caballo y a gritos hacia las cajas) ¡Deteneos al punto donde estáis y entregadme, de buen grado, ese yelmo que me pertenece. Y si no, voto a bríos, que en nombre de la simpar Dulcinea os lo he de arrancar por la fuerza.
(Y diciendo esto, se arranca lanza en ristre, y desaparece con furioso galope tras las bambalinas).

Sancho Panza.-     ¡Señor! ¡Nada, ya estamos otra vez! Yo no quiero ni mirar, que esto ya se como acaba. (Recoge la merienda) Que raro, no se oyen los lamentos y golpes de costumbre.

D. Quijote.-          (Entra don Quijote con algo escondido tras la espalda)
¡Albricias Sancho!

Sancho Panza.-     ¿Como? ¡Vuelve sano! Esto si que es raro.

D. Quijote.-          Que el cobarde, al verme llegar, temeroso de la fuerza de mi brazo, salió huyendo al galope tendido.

Sancho Panza.-     Tal como usted iba no me extraña.

D. Quijote.-          ¡Mira Sancho! (Se pone en la cabeza un orinal que escondía a la espalda)

Sancho Panza.-     ¡Pero por Dios! ¿que es eso que se ha puesto en la cabeza?

D. Quijote.-          Esto Sancho, no es otra cosa que el famosísimo yelmo de Mambrino.

Sancho Panza.-     (Echándose a reír) ¡Quítese eso vuestra merced! que eso no es ningún casco, ni yelmo como cree, sino una ordinaria bacinilla, u orinal que también se le llama, que el hombre debía de haberse puesto en la cabeza para quitarse el sol.

D. Quijote.-          (Apuntando furioso a Sancho con la lanza) ¡Bellaco! ¡Osas reírte y decir que el preciado yelmo de Mambrino es un simple orinal!

Sancho Panza.-     Yo no digo nada, no digo nada. Yelmo es y de oro puro. Y Dulcinea del Toboso la mas bella moza de su pueblo. ¡Que digo de su pueblo, del mundo entero!

D. Quijote.-          Entonces vale. Lo ves Sancho, tan grande es la envidia de todos por este grandísimo triunfo, que enseguida, el mago Malanbruno, ha hecho un encantamiento para que no puedas ver este precioso yelmo como realmente es. (Mirándolo con atención) Y en verdad que ha de ser fuerte el encantamiento, porque por momentos, yo mismo, parece que lo viera como simple bacinilla u orinal.

Sancho Panza.-     Nada, cosa de encantamientos, seguro. Póngase en la cabeza el orinal, ¡que digo el yelmo!, y sigamos adelante, que por lo menos en esta aventura no hemos cobrado como es costumbre.

D. Quijote.-          Si Sancho vamos. Pero antes: (A voces a los cuatro vientos) ¡Oh simpar Dulcinea del Toboso, dueña y señora de mi corazón! ¡Vuelve tus ojos a este tu rendido enamorado, que en tan gloriosa batalla ha conquistado para tu mayor honra, la mas preciada joya que jamas vieran los tiempos.

Sancho Panza.-     ¿Ya?

D. Quijote.-          Ya

Sancho Panza.-     Pues vámonos

D. Quijote.-          Vamos.

                            (Se hace el oscuro mientras salen)



V


(Noche. En escena Trámpagos mirando hacia el cielo.Entra Chiquiznaque buscandole).

Chiquiznaque.-      ¡Trámpagos! ¡Maese Trámpagos! ¡Ah!, estás aquí. No te encontraba.

Trámpagos.-         Estaba mirando las estrellas. Has visto Chiquiznaque que hermosura.

Chiquiznaque.-      ¿El qué?.

Trámpagos.-         Las estrellas Chiquiznaque, las estrellas. No es verdad que son maravillosas.

Chiquiznaque.-      ...Si..., bueno..., como siempre ¿no? ¿Pero seguimos?

Trámpagos.-         Nosotros somos un poco como don Quijote y Sancho amigo Chiquiznaque. ¿No andamos como ellos por los caminos, con nuestro carro de sueños, tratando de hacer creer a la gente que son verdad nuestras historias y cuentos aprendidos de los libros?

Chiquiznaque.       Mirado así.

Trámpagos.-         ¿Y cuando estamos bien metidos en nuestros papeles, no llegamos a querer a nuestros personajes, hasta el punto de creer que somos ellos?.

Chiquiznaque.-      Eso si que no. Que yo, me vista como me vista, tengo bien claro todo el rato que soy Sancho..., ¡digo Chiquiznaque! que está haciendo de Sancho y no al revés.

Trámpagos.-         Pobre Sancho

Chiquiznaque.-      Chiquiznaque si no te importa, hasta que sigamos con la función.

Trámpagos.-         Amigo Sancho...

Chiquiznaque.-      ¡Chiquiznaque!

Trámpagos.-         ...Nuestro oficio de cómicos de la legua, es en verdad de los mas bellos que existen. Andar por el mundo de aquí para alla, libres como el viento, llevando la alegría a las gentes con nuestro carro cargado de bellas mentiras.

Chiquiznaque.-      No está mal. Y es divertido hacerlo. Pero la verdad es que yo a veces pienso, si no hubiera sido más útil hacerme otra cosa que diera mejor de comer. Como médico o ingeniero o maestro o funcionario. Que todos los meses tienen su paga fija, e incluso vacaciones pagadas por verano, Navidad y semana santa. Mientras que con esto del teatro, andamos siempre a la cuarta pregunta, que suele decirse.

Trámpagos.-         ¿Que es?

Chiquiznaque.-   ¿El que?

Trámpagos.-         La cuarta pregunta esa.

Chiquiznaque.-      ¿La de los teatreros? Muy sencilla: ¿Que voy a comer mañana? o mejor ¿Como voy a pagar el alquiler el mes que viene? Porque en comer gastamos poco, por costumbre.

Trámpagos.-         Ves Chiquiznaque como eres igual que Sancho, siempre pensando en las cosas materiales: el dinero y la comida. ¿No hay para ti nada más? ¿Donde está el poeta? Mira las estrellas Chiquiznaque. Cualquier día triunfaremos y las estrellas seremos nosotros. Imagina Chiquiznaque: ¡El Gran Trámpagos recitando a Hamlet en el teatro principal de Barcelona!.

Chiquiznaque.-      Sí, como a Sancho Panza de gobernador de una insula.

Trámpagos.-         En cualquier momento. El éxito esta ahí, al alcance de la mano. Mira al público. Ahora mismo en la sala puede estar viéndonos el mismisimo Walt Disney.

Chiquiznaque.-      O el pato Donald

Trámpagos.-         ¡Que pena me das Sancho!

Chiquiznaque.-      ¡Chiquiznaque!

Trámpagos.-         No crees en tu personaje, nunca llegarás a nada.

Chiquiznaque.-      Desde luego no estoy tan loco como tú, que de tanto hacerlo te estás empezando a creer que de verdad eres don Quijote.

Trámpagos.-         ¡Porque lo soy!

Chiquiznaque.-      Si Trampagote de la Mancha.

Trámpagos.-         (Enfadándose) ¡Más respeto con tu amo, Chiquiznaque!

Chiquiznaque.-      ¡Oye, de amo nada! ¡Y cuidadito, que el que hagamos teatro juntos no te da ningún derecho a estarme fastidiando con tus tonterías!.

Trámpagos.-         Y tengo el derecho que me otorgan las sagradas leyes de la caballería sobre mi escudero.Y además yo soy el director.

Chiquiznaque.-      Anda, colócate el orinal y vamos con la comedia, que el publico espera y a ellos poco o nada les importa lo nuestro.
Trámpagos.-         ¿Vamos entonces?

Chiquiznaque.-      Vamos.

                            (Se retira Trámpagos enfadado tras el carro a mover los muñecos, mientras Chiquiznaque coge el tambor, toca un redoble y cuenta)

Chiquiznaque.-      Y ahora van a ver de como ocurrió una de las más famosas aventuras de esta historia. Y fue que iban un día como siempre tan ricamente por el campo, cuando vieron a lo lejos una gran nube de polvo. Y don Quijote, en cuanto la vió, le dijo a Sancho que eso era una gran suerte, porque aquella iba a ser una grandisima y gloriosa aventura. Y Sancho le preguntó que porqué lo decía. Y don Quijote le dijo que aquella nube de polvo era el ejército del famoso Alifanfarrón el Arremangado, que iba a enfrentarse con las tropas de Pentapolín de la Trapobana, porque quería casarse con su hija, la princesa, y él no le dejaba. Y Sancho no veía nada de eso, sino solo una nube de polvo, cada vez más grande y más cerca. Pero don Quijote decía que si que eran ejércitos. Pero Sancho, que no veía nada de eso por mas que se esforzaba, le dijo que a ver si iba a ser cosa de encantamiento como otras veces. Y don Quijote le dijo ...

Trámpagos.-         (Sacando la cabeza por el teatrito) ¡Fíjate bien, alma de cántaro! ¿no oyes el troncar de los tambores y clarines, el batir de los cascos de los caballos y el entrechocar de las armas?.

Chiquiznaque.-      Sin insultar ¿eh?, que yo digo lo que dice la función. Asi que tú a lo tuyo y yo a lo mío.
                            (Volviendo al recitado) Y Sancho le dijo que lo que el oía eran balidos de ovejas. Y era verdad, porque enseguida se empezó a ver que el polvo era de un gran rebaño de ovejas que venia por el campo.

Trámpagos.-         (Asomando al tiempo que saca las ovejas) Te digo que son ejércitos

Chiquiznaque.-      Ovejas.

Trámpagos.-         (Sale Trámpagos furioso a escena, dejando las ovejas puestas en la embocadura) ¡Ejércitos, ejércitos! ¿no ves allí al temido caballero Micocolembo y al valeroso Laurcalco?, mira a Brandabarbarán de Boliche, mira a Espartafilardo el Hermoso, ¡estan todos!, ¡pero a todos voy a rebajar su insolencia con la furia de mi brazo, (Liándose a espadazos con las ovejas del teatrito) ¡Tomar canallas, toma y toma, villano!, ¡No podréis impedir que Pentapolín se case con la princesa!

Chiquiznaque.-      ¡¡Trámpagos!!

Trámpagos.-         (Sigue a lo suyo) ¡Toma maldito!

Chiquiznaque.-      ¿Que te estás cargando todas las ovejas!

Trámpagos.-         ¡Ejércitos! ¡son ejércitos y voy a destrozarlos.

Chiquiznaque.-      (Tratando de contenerle) ¡Que son ovejas, que son las ovejas del teatrito!

Trámpagos.-         ¡Que pasa, que tú también quieres! ¡Pues toma cobarde! (Le suelta un espadazo, Chiquiznaque se agacha a tiempo, por la inercia Trámpagos se pega a si mismo en toda la cara y cae al suelo noqueado).

Chiquiznaque.-      ¡Lo ves? Si es que no puede ser. ¿No te decía yo, que era el muñeco de las ovejas y no ejércitos?

D. Quijote.-          (Cubriéndose dolorido parte de la cara con la mano) Otra vez Sancho, otra vez.

Chiquiznaque.-      Si es que te lo tomas demasiado en serio.

D. Quijote.-          No, si digo, que otra vez el Mago Malambruno ha cambiado todo, envidioso de la gloria que iba yo a ganar con esta batalla.

Sancho Panza       ¡Que mago ni que mago caramba! Aquí se arregla todo diciendo que es cosa de magia y encantamiento. Pero la verdad es que con sus locuras no sacamos más que golpes y porrazos.

D. Quijote.-          No te quejes que siempre soy yo el que se lleva la peor parte.

Sancho Panza.-     Si, ¿acaso no fui yo al que mantearon el otro día?.

D. Quijote.-          Es verdad. pero con todo sigue siendo peor lo mío.

Sancho Panza.-     Pues sepa vuestra merced que ya me estoy hartando. Además que no veo que así, vaya nunca a llegar lo de la ínsula que me había prometido.

D. Quijote.-          No hay suerte que no se acabe, ni mal que mil años dure, y la nuestra ha sido tan mala hasta hoy, que por fuerza nos han de llegar los buenos tiempos. Y ahora Sancho amigo, preparame un poco del bálsamo de Fierabrás, que me alivie el dolor del golpe que me he dado en toda la jeta.

Sancho Panza.-     Dejemos el bendito bálsamo en paz, que apenas me queda aceite. Le curaré yo como pueda. A ver: abra bien la boca.

D. Quijote.-          ¡Ay, ay! Cuidado Sancho que me duele muchísimo.

Sancho Panza.-     ¿Cuantas muelas tenia por este lado?

D. Quijote.-          Todas menos una.

Sancho Panza.-     Pues ahora le queda una menos todas, así que tendrá que comer por el otro lado. Estese quieto que voy a ponerle una benda, a ver si conseguimos que no acabe de perder los pocos dientes que le quedan.

D. Quijote.-          Y el yelmo Sancho, el yelmo de Mambrino, ¿ha sufrido alguna abolladura?

Sancho Panza.-     Que le hubieran dado todas en el orinal y usted aun tendría sus muelas.

D. Quijote.-          Sabes Sancho que creo que todo esto se debe a mis pecados. Y sobre todo al de no haberme encomendado a Dulcinea antes de entrar en la batalla.

Sancho Panza.-     Esa si es buena. ¡No se en que podría haberle ayudado Dulcinea!

D. Quijote.-          Podría Sancho, podría. Que el pensamiento de la amada, infunde valor y fuerza en el enamorado. He olvidado el invocar el nombre de mi dama y eso es falta grave. Por ello me veo obligado a hacer penitencia, alejándome del mundo para vivir como las bestias, haciendo locuras por los montes.

Sancho Panza.-     ¿Mas locuras aun? Mire señor que de locuras ya estamos cumplidos.

D. Quijote.-          Lo que has visto Sancho no son locuras. Lo que ahora voy a hacer sí lo son. Este lugar parece el apropiado para dar rienda suelta a mi pasión. Mira muy atentamente porque tu has de ser testigo. (Y comienza a quitarse los pantalones).

Sancho Panza.-     (Alarmado) ¡Pero que hace!

D. Quijote.-          ¡Mira Sancho, porque has de verme en cueros, dándome calabazadas con los riscos y las piedras mas grandes que encuentre.

Sancho Panza.-     ¡Pare!. Pare vuestra merced que no tengo yo ninguna necesidad de verle en pelota picada.

D. Quijote.-          Es necesario Sancho. Es necesario para que puedas ir a contarle a Dulcinea el estado en que me dejas: suspirando por ella, desnudo y haciendo grandes locuras por el monte.

Sancho Panza.-     No siga. Que igual le veré hacer locuras en paños menores como en cueros.

D. Quijote.-          ¡Mira entonces! ¡Mira Sancho! (Cogiendo un gran pedrusco y dándose con él en la cabeza)

Sancho Panza.-     Deje, deje (quitándosela) o por lo menos coja una mas pequeña.

D. Quijote.-          (Cogiendo una muchísimo mas pequeña que la primera) ¡Mira, mira! ¡mira como hago una o dos docenas de locuras, y vete luego a contárselo todo a Dulcinea!

Sancho Panza.-     Déjelo de verdad, no se moleste. Se lo contaré como si lo hubiera visto. Le diré que le dejé dándose de cabezadas con los riscos más grandes de la sierra.

D. Quijote.-          Entonces vete Sancho. Parte cuanto antes. Cuéntale el estado en el que quedo, esperando las noticias suyas, que me saquen de este infierno.

Sancho Panza.-     Y en que estado. ¡Tenia que ver la pinta que tiene!. Bien se podría llamar ahora vuestra merced “El Caballero De La Triste Figura”.

D. Quijote.-          Ahora si has acertado Sancho. ¡¡El Caballero de la Triste Figura!! este será mi sobrenombre desde hoy. Vete Sancho, corre y cuéntale a Dulcinea como queda por ella su ardiente caballero Don Quijote de la Mancha, también llamado “El de la Triste Figura”.

Sancho Panza.-     Bueno, pues me voy. (Hace amago de salir por el patio de butacas, pero ya abajo se detiene y volviéndose dice:) No se que me da dejarle solo, ¿y si me llevo yo la comida, de que va a comer?

D. Quijote.-          Raíces y algún insecto me bastarán. No pienso comer mucho.

Sancho Panza.-     En fin, cuanto antes me vaya antes vengo. (Continua el mutis pero pensandoselo mejor vuelve a detenerse).
                            A lo mejor podría hacerme otra locura, aunque sea pequeña, para que así se lo pueda contar mejor a Dulcinea.

D. Quijote.-          ¡No te lo decía yo? Espérate Sancho, en un credo te las haré. ¡Mira como salto entre los riscos! (dando saltos como un loco)¡Mira! ¡Mira! (Hace el pino y se le suben los faldones de la camisa a la cabeza enseñando los calzones. Cae despatarrado).

Sancho Panza.-     Me doy por contento. Voy corriendo a contárselo todo a Dulcinea, y seguro que lo de la triste figura no se me olvida.

D. Quijote.-          (Sigue dando saltos como un loco amparando el mutis de Sancho). ¡Mira! (Según Sancho desaparece hace otro par de débiles zapatetas y se dirige al publico).
                            ¡Oh vosotros, rústicos dioses que habitais entre estas asperezas! ¡sed testigos de las locuras que el Caballero de la Triste Figura queda haciendo en el nombre de su amada! (Se vuelve a dar un poco con una piedra enana, la deja y vuelve al recitado).
                            ¡Oh tu, Sancho! Que los dioses del camino te den alas, para volver cuanto antes con el recado de mi señora. (Aparte, sacando a Trámpagos) Y espero que sea verdad, porque éste se despista en el camerino y me deja aquí colgado media hora.

                            (Hace otro par de zapatetas, pasea un poco, al principio como un loco y poco a poco peripatético, y acaba sentándose meditabundo. Salta de pronto y baja al patio de butacas dando sustos al publico) ¡Ah! ¡AAAAAAAH! (Agota el nuevo recurso de locura con un par de sustos desganados y sigue con tono épico)

D. Quijote.-          ¡Don Quijote de la Mancha, el Caballero de la Triste Figura!
                            Salí de mi casa, abandoné mi hacienda, y me entregué en los brazos de la fortuna tras un sueño: ¡ser caballero de la legua! ¡cómico andante! Y ha muchos días que tropezando aquí, cayendo allá, despeñandome acullá, pero volviendome siempre a levantar, he cumplido en gran parte mi deseo: socorrer con la risa a cuantos huérfanos, viudas y menesterosos han acudido a llamar a mi puerta. Y heme aquí, ¡Trampagote de la Mancha! cumpliendo fielmente mi papel. (Recitando teatral)

Atrás malandrines, toma felón.
Que es la vida una ilusión,
Ser o no ser Trampagote,
Esa es la eterna cuestión,
Que toda la vida es un sueño,
Y los sueños sueños son .

El teatro, y la vida, los sueños, y la verdad. ¿Y que es la verdad?. La verdad es que ya no existen caballeros, ni gigantes, ni princesas encantadas. La verdad es que tú y yo estamos anticuados don Quijote. La verdad es “la televisión”. ¡Pero si los gigantes no existen los inventamos nosotros!. ¿Podrías acaso tú, don Quijote de la Mancha, volver a ser el hidalgo Alonso Quijano?. ¡Sólo muerto! Y tu Trámpagos ¿Podrías acaso dejar de ser un cómico de la legua?. Demasiado tarde. Nuestro destino está, hace tiempo, escrito en el libro de las estrellas. ¡Las estrellas!..... (Comienza a prepararse la cama a la vera del carro) A ver cuanto tarda en aparecer este Chiquiznaque. Triunfaremos Alonso Quijano, acabaremos triunfando; te lo dice Trámpagos que es un cabezón. (Y se echa a dormir)
(Bajan las luces de los focos y quedan solo los farolitos del carro, dejando una ligera penumbra. Trámpagos se acomoda en su lecho improvisado y empieza a roncar, aunque enseguida se rebulle en un sueño inquieto, a medida que va entrando una música como alucinatoria y la voz de Sancho y otras extrañas de hombre y mujer que llegan como un eco de muy lejos)
Voces.-                ...¡Sois nombrado caballero! ...¿Donde estáis mi señor? ¡Que no hay ningún gigante! ...¡Piedad con esta mora cautiva! ...¡Que son ilusiones señor! ...Ven a mi, heroico caballero. ...Que no son ejércitos señor sino corderos! ¡Que son corderos señor! ¡Que son corderos!, ¡Que son corderos! ¡Que son corderos!.....

Trámpagos.-         (Despertando) ¡Sancho! ¿Sancho? ¡Chiquiznaque!
 (Suena la música. Por el escenario bailan extrañas luces de colores y ante los ojos del atónito Trámpagos, surge como de la nada una fosforescente y fantasmagórica figura).

Trámpagos.-         ¡Atiza!

Fantasma.-           ¡Aquí me tienes Trámpagos!

Trámpagos.-         ¡¿Que diablos es esto?! ¿Quien eres tú? ¡Chiquiznaque como sea una burla tuya te voy a moler a palos!

Fantasma.-           No hay tal burla Trámpagos, yo soy Merlín el encantador y he venido de muy lejos a buscarte.

Trámpagos.-         ¡Válgame el cielo, ¿esto es sueño o es verdad?, que pavor me infunde esta horrible figura! ¡Atrás quien quiera que seas! (Cogiendo la espada del Quijote) Tengo una espada y si sois ladrones os las habéis de ver conmigo! ¿Que ser es éste que parece salido de otro mundo?.

Fantasma.-           Deja tu espada Quijote, nada puedes contra mí. Yo soy el gran mago Merlín y no he venido a hacerte ningún daño, sino a advertirte del grave peligro que te acecha.

Trámpagos.-         ¡Estoy dormido! ¡es un sueño seguro!

Fantasma.-           Así es Trámpagos, desde las lobregas cavernas de tu sueño he venido a buscarte, pero soy real. Dulcinea ha sido encantada por tu enemigo el mago Malambruno y transformada en una fea aldeana. Y tu mismo ¡oh Trámpagos!, ¡gloria y honor de los cómicos andantes!, eres víctima de un terrible encantamiento. Y estás en gravísimo peligro.

Trámpagos.-         ¿Yo? ¿De que?

Fantasma.-           De renunciar a tu sueño, de despertar y no ser nada. Y la única manera de romper el encantamiento y salvaros, tanto Dulcinea como tú, es: que Sancho Panza se dé tres mil y trescientos azotes en ambas de sus valientes posaderas desnudas.

Trámpagos.-         ¿Como?

Fantasma.-           Como has oído, que Sancho se dé los tres mil y trescientos azotes y quedará roto el encantamiento. Si no, ¡todos estaréis perdidos! (El fantasma se desvanece en el aire)

Trámpagos.-         ¡Espere!.... Se desvaneció, se esfumó, se fue, si alguna vez estuvo. ¡Nada! no hay nadie. Todo ha sido un sueño Trámpagos. Estás dormido soñando que estas despierto. ¡Eso es! Entonces ponte a soñar ahora que te duermes y hasta mañana. Duerme. (Y echándose se duerme de nuevo)

                            (Entra Sancho por el patio de butacas)

Sancho Panza.-     ¡Bueno ya hemos llegado Rucio. Mira a éste (por don Quijote) como un bendito. En cuanto le dejo solo, ¡a dormir!

D. Quijote.-          (Despertándose un poco)¡Eh, eh! ¿Eres tú Sancho amigo?

Sancho Panza.-   ¿Yo? No, no, ni hablar, yo no he venido, es sólo un sueño, hala, hala, a dormir.

D. Quijote.-          ¡Ah, sigo soñando! Ya decía yo. (Se vuelve a dormir)

Sancho Panza.-     Eso, eso, a soñar con Dulcinea. No tengo ganas de que me den a estas horas la paliza. Y tu rucio aquí te bajas. (Se quita el burro y se sienta a su lado) Ya esta bien eso de que el hombre lleve a cuestas a su burro, y no al revés.
                                   A mi, Rucio, esto de ser el escudero de Trámpagos está dejando de convencerme. Todo el día por ahí cargando trastos de arriba para abajo; y al final para nada. Que no rucio, que todo esto no son más que cuentos, cosa de viento y mentiras. Los gigantes, lo de ser rey, la gira de Barcelona, lo de la ínsula,...
                                   ¿¡Que vaya a contarle sus locuras a Dulcinea!? ¡Está el Toboso a la vuelta de la esquina!
                                   ¡Ya se! Le diré que estaba encantada y no he podido verla. ¡Transformada en una aldeana! Valga por las trolas que él me cuenta, y acabemos de una vez esta función. Y ahora a dormir, que me lío yo solo y me pilla aquí la aurora. Y no me rebuznes por la noche. (Se echa y se queda dormido)

                            (Se hace el oscuro sobre nuestros héroes dormidos).


VI

            (Canta un gallo, y el escenario se llena de luz día, y vemos a Sancho plácidamente dormido, y a don Quijote, en pie a su lado, mirándole atentamente).
D. Quijote.-          (Llamándole) ¡Sancho! ¡Sancho Panza despierta!.

Sancho Panza.-   (Despertando) Se acabó lo bueno.

D. Quijote.-          Dime Sancho ¿eres tú de verdad, o eres un sueño?

Sancho Panza.-   Soñando estaba, pero ya me he despertado.

D. Quijote.-          ¿Estas seguro Sancho?

Sancho Panza.-     Bueno todavía no estoy despierto del todo. ¿Y usted qué? ¿esta despierto o es que se levanta sonámbulo para molestarme a mí?

D. Quijote.-          Ya no lo se bien Sancho, estoy confuso, esta noche he tenido unos sueños terribles. Pero dime: ¿estuviste en el Toboso? ¿la viste? ¿le contaste mi recado? ¿que te dijo?.

Sancho Panza.-   ¡Claro lo único que le interesa es Dulcinea. ¿Y de mi no quiere saber nada?, ¿si acaso me perdí, me tropecé con ladrones, o si me fue bien o mal en el camino?

D. Quijote.-          Sancho ya veo bien que tu estas a salvo, y me alergro mucho de ello. Cuéntame de mi dulce señora. ¿Has estado con ella? ¿viste a la simpar Dulcinea del Toboso?

Sancho Panza.-   ...De por allí vengo.

D. Quijote.-          Por Dios. cuéntame todo que muero de impaciencia. La viste o no la viste.

Sancho Panza.-     Pues..... la vi y no la vi. Quiero decir que la vi porque era ella, y no la pude ver por que no lo era.

D. Quijote.-          Explícate Sancho que me tienes en ascuas.

Sancho Panza.-     Pues..... que sin duda era Dulcinea a quien yo iba a ver, pero que cuando llegué, ¡zas, ya no estaba!

D. Quijote.-          ¿Como que no estaba?

Sancho Panza.-   Estaba, estaba, pero no era ella, si no otra. En fin mucho me duele decirlo, pero había llegado antes el mago ese que le tiene ojeriza...

D. Quijote.-          ¡Malambruno!

Sancho Panza.-   ¡Ese! y la había encantado convirtiéndola...

D. Quijote.-          ¡En una torpe labradora!

Sancho Panza.-   ¡Exactamente! ¿Oiga y usted como lo sabe?

D. Quijote.-          Luego era verdad.

Sancho Panza.-   ¡Me voy a inventar yo esa mentira! ¡Un encantamiento de los peores! Tenia que haberla visto. Bueno mejor no. ¡Que fea estaba! los ojos pequeñitos, muy juntos, la boca torcida,...¡Tenia una verruga en la nariz, de la que salían unos pelanganos negros, mas largos que los de la barba de usted!

D. Quijote.-          Entonces todo era cierto, Merlín tenía razón. ¡Corre Chiquiznaque! quítate los pantalones ahora mismo y comienza a darte azotes, yo los iré contando.

Sancho Panza.-   ¿Como?

D. Quijote.-          Que esta noche en sueños ha venido a visitarme el mismísimo mago Merlín y me ha contado lo del encantamiento de Dulcinea, pero también la forma de desencantarla, a ella y a nosotros, que también estamos encantados. Y es que tú tienes que darte tres mil y trescientos azotes en las posaderas desnudas.

Sancho Panza.-   ¿Que me dé tres mil trescientos azotes en el culo? ¡no lo verán mis carnes!

D. Quijote.-          Es la única solución Sancho, no hay mas remedio.

Sancho Panza.-   ¡Ni lo piense! Y si no hay otra manera, que la señora Dulcinea se quede encantada por los restos. Además que mirándolo bien, tampoco está tan fea. Si se arregla un poco y se recorta los pelos de la verruga...

D. Quijote.-          ¿Serás capaz Sancho de negarte? Ven, si quieres yo te ayudaré dándote algunos de ellos.

Sancho Panza.-   (Escabulléndose)Que no, que no. Que a servidor no le pone nadie la mano encima. Además: ¿se puede saber que forma es esa de desencantar a nadie? ¿En que libro de caballería se ha visto que azotándose el escudero se desencanten las princesas? Nada nada, eso será en el sueño raro ese que ha tenido usted.

D. Quijote.-          Fue verdad Sancho, Merlín estuvo aquí; era un sueño, pero yo estaba despierto y le veía.

Sancho Panza.-   ¡Ya! Bueno vamos a dejarlo. Desde luego no pienso ponerme el culo morado de azotes a estas horas de la mañana.

D. Quijote.-          ¿Y luego más tarde?

Sancho Panza.-     Más tarde ya veremos.

D. Quijote.-          ¿Lo prometes Sancho?

Sancho Panza.-   ¿El qué?

D. Quijote.-          Que luego te darás los azotes.

Sancho Panza.-   De eso nada. Prometo que luego lo veremos. Ande monte en Rocinante y a ver si llegamos de una vez a Barcelona.

D. Quijote.-          (Al cabo de cabalgar juntos un rato) Sancho...

Sancho Panza.-   ¡Que no!

D. Quijote.-          (Al rato)Escucha Sancho: he estado pensando que cuando llegemos a Barcelona, aprovechando las justas de teatro, que junto con las del torneo se celebran, podríamos hacer la función, aunque fuera pasando la gorra, en cualquier sitio.

Sancho Panza.-   ¿Como?

Trámpagos.-         Aunque sea fuera del festival.. Yo te digo que allí, con esta función, si tenemos un buen día, los dejamos pasmados, Nos contratan para hacer temporada en el Teatro Principal.

Chiquiznaque.-   Este se está haciendo un lío... Ya no se si quien me habla es Trámpagos o don Quijote.

D. Quijote.-          Además no es difícil Chiquiznaque que como despojo de alguno de los ricos caballeros vencidos tengas por fin el gobierno de la ínsula prometida.

                            (Sancho, con el jumento a lomos, da huraño la callada por respuesta, al rato Quijote sigue) Me refiero a que veas si no es buen momento este para que empieces a darte los azotes. (Sancho le mira enfadado).

                             (Al rato) Podías dártelos poco a poco, a plazos. Por ejemplo aprovechas ahora y te das, para empezar, quinientos azotes, y así en poco tiempo estaríamos desencantados nosotros y Dulcinea.

Sancho Panza.-   (Saltando) Mire usted mi señor don Quijote, ¿sabe lo que le digo?, que ya me estoy hartando. Una cosa es que me vaya por ahí, con usted de escudero por una paga. Pero que servidor tenga que darse, ¡nada menos! que tres mil y trescientos latigazos en el culo, para desencantar a la princesa.. Ya le digo que ni hablar.

D. Quijote.-          Sancho si es por dinero, yo pagaré con gusto por cada azote la cifra que acordemos.

Sancho Panza.-   (Pensándoselo)Dígame vuestra merced. ¿cuanto me pagaría por cada zurriagazo que me diera.?

D. Quijote.-          Pon tú el precio que quieras, pagaré lo que sea por desencantar a Dulcinea.

Sancho Panza.-   Veamos: a cuartillo de real cada azote, tres mil y trescientos azotes son...¡ochocientos veinte y cinco reales! ¡o sea, que si me pego los azotes, llego a casa rico,! ¿Cuando empezamos?.

D. Quijote.-          Cuanto antes Sancho, ahora mismo,

Sancho Panza.-   Pues venga que azote a azote iré juntando un dinerito. (Se apea el burro y se pone a quitarse el cinturón)

D. Quijote.-          Bravo Sancho, date con todas tus fuerzas, que contra más fuerte, mejor se deshará el encantamiento.

Sancho Panza.-   Pues vamos allá.
                            ( Sujetandose los pantalones con una mano, y en la otra el cinturón, pone el culo en pompa y empieza a darse flojos latigazos, eso si, acompañando cada uno con grandes gritos).
                            ¡Uno, ahg.! ¡Dos, ay!, ¡Tres, ay ay ay!

D. Quijote.-          ¿Detente Sancho, no sigas que lo estás haciendo mal! Merlín decía bien claro que los azotes tenían que ser sobre las posaderas desnudas.

Sancho Panza.-   Sobre las posaderas desnudas.

D. Quijote.-          Así ha de ser.

Sancho Panza.-   Pues vamos a bajarnos los pantalones. (Lo hace y cuando los tiene en el suelo, los mira, mira al Quijote y dice:)  Lo que ya le digo a vuestra merced, es que yo no puedo estar azotándome a culo descubierto si usted me está mirando.

D. Quijote.-          Si es más a tu gusto, aléjate algo entre esa arboleda, te aseguro que yo no miraré.

Sancho Panza.-   Vale. (Sale de escena Sancho entre las cajas y se escucha). ¡Cuatro, ay! ¡Cinco ay!

 (Don Quijote pasea, de arriba abajo por el escenario contando al ritmo de los recios golpes, acompañados de falsos gritos, que Sancho va dando entre cajas. Estremecido, por la dureza del sonido del quinto golpe, dice hacia él)

D. Quijote.-          ¡Sancho pon cuidado de no excederte en tu castigo, no vayas a morir antes de haber cumplido los tres mil trescientos golpes!

Sancho Panza.-     (Off) ¡Descuide señor que por mi bien ya miro lo que hago!

D. Quijote.-          ¡Valiente Sancho! (Sale contando por el lado contrario).

Sancho Panza.-     (Entra Sancho andando de espaldas poco a poco, y se descubre que está dando los golpes en el suelo)¡Seis, Ay! ¡Siete, Ay!, ¡Ocho, Ay! (Bien alto hacia don Quijote). ¡¡Dos reales y sigo!! ¡Nueve, ¡Ay! diez, ay! ¡Once, ay!.....

D. Quijote.-          (Entrando por sorpresa) ¡Pero ¿que burla es esta?!

Sancho Panza.-   (Viéndose pillado) Muy bien, no me dé nada si no quiere. Aunque los primeros si que me los he pegado de verdad. Pero yo no me doy tres mil y trescientos azotes a culo desnudo, que tengo la piel de esa parte muy delicada.

D. Quijote.-          ¡¿Y vas a dejar, infame, a Dulcinea transformada para siempre en una labradora?!. Piensa en lo que haces Chiquiznaque. Merlín lo dijo bien claro, o te azotas o nuestra mala suerte nunca nos abandonará.

Sancho Panza.-   Vamos a ver si dejamos las cosas en su sitio mi señor Trampagote: ¡No me lo pida más porque no me pienso azotar!. Para empezar ya me estoy hartando de ser escudero. Que ya no me creo nada vamos. Todas esas historias de éxitos, princesas, encantadores, gigantes y caballeros no son más que patrañas. ¡Que no existen!. Yo habré sido un pobre iluso Trámpagos, pero ya no me creo más nada de lo que me cuentas. Y además, que sepas, que estoy pensando en dejar esto del teatro.
                            ¡Barcelona!... ¡Vamos! si después de estarte viendo función tras función con ese orinal en la cabeza.....¡Que te dije que tenia que ser una bacinilla de barbero!. ¡Pero tu nada!. Como a los niños les da más risa el orinal. Que no Trámpagos, que no; que esto no es ser serio. Así que déjate de azotes, arrea a Rocinante, y a ver si llegamos de una vez a Barcelona y acabamos de buen modo la función

Trámpagos.-         ¡¿Que quieres irte?! ¡¿que quieres dejarme después de todo lo que he hecho por ti?! ¡Como me llamo Trámpagos, Chiquiznaque, que vas a recibir esos azotes, aunque tenga que dártelos yo mismo por la fuerza.

Chiquiznaque.-   ¡Oye pero ¿tú quién te has creído que eres?!

D. Quijote.-          ¡Ven aquí bellaco, que he de amarrarte a un árbol, desnudo como tu madre te parió, y no tres mil y trescientos, sino seis mil y seiscientos azotes voy a darte!. (Sale enloquecido, espada en mano, tras Chiquiznaque)

Chiquiznaque.-   ¡Arrea! ¡Este se ha vuelto loco! (Sale corriendo de escena).

D. Quijote.-          ¡No huyas cobarde! Que te he de azotar a modo.(Sale tras él)

Chiquiznaque.-   (Entra, mira hacia atrás) Pues o ingenio algo para salir de esta, o me las voy a tener que ver con esta fiera.

D. Quijote.-          (Off). ¡Pelea con migo de hombre a hombre villano!

Sancho Panza.-   Que hacer....a don Quijote en el libro le vencía el Caballero del Espejo, le mandaba a casa y se acababa la función. Piensa Chiquiznaque, piensa...
D. Quijote.-          (Off) Vuelve cobarde, vuelve y lucha de igual a igual.

Sancho Panza.-   ¡Ya está, quiere luchar de igual a igual, pues luchará, ¡Ja, pero de que modo contra un igual! (Chiquiznaque desaparece en el interior del carro)

D. Quijote.-          (Atravesando el escenario) ¡Te cogeré!

Chiquiznaque.-   (Saca del carro un gran espejo vertical y lo planta en medio de las trazadas del Quijote) A ver que pasa.

D. Quijote.-          (Entra corriendo, pero se encuentra con el espejo y se para en seco. Monta en guardia con la lanza de inmediato y tomando distancia dice:) ¿Quien eres tú pálido caballero, que osas ponerte en el camino del simpar don Quijote de la Mancha, también llamado “El de la Triste Figura”?, quita al punto o te atravieso de parte a parte con mi espada (El espejo no contesta, don Quijote se aproxima examinándolo)

Chiquiznaque.-   (Escondido tras el espejo y fingiendo la voz). “Tente en guardia Don Quijote. Yo soy el Caballero de los Espejos, y vengo a retarte en singular combate para venciéndote, obligarte a decir que no es Dulcinea, sino mi dama Casildea la más bella mujer sobre la tierra”.

D. Quijote.-          Mientes Bellaco! ¡Y has de jurar muy pronto lo contrario, cuando seas tú el vencido!

Chiquiznaque.-   Luchemos y después veremos.

D. Quijote.-          Luchemos entonces.

Chiquiznaque.- Pero antes, ha de ser condición que el vencido vuelva a su casa, abandonando, para siempre, el ejercicio de la caballería andante.

D. Quijote.-          ¿Abandonar la andante caballería?¡Pues peor será para ti!, ¡y ahora vamos!

            Y sin esperar más Quijote toma distancia, y se lanza a galope tendido, con tal furia, y tan mala fortuna, que enredándosele la funda de la espada entre las piernas tropieza, rueda por el escenario y -cuando este no sea muy alto- cae al patio de butacas.

Chiquiznaque.-      ¡Rindete don Quijote!

D. Quijote.-          Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo, y yo el más desdichado de todos los caballeros de la tierra, y no esta bien que mi debilidad desmienta esa verdad, Aprieta la lanza caballero del espejo, y quítame la vida, puesto que ya me has quitado la honra.

Chiquiznaque.-   (Sigue fingiendo ser el caballero del espejo) “Retiro lo dicho de Dulcinea y os perdono la vida. Pero lo que si habéis de cumplir, es lo de marcharos a vuestra casa, abandonando la caballería andante para siempre”.

D. Quijote.-          Con eso me quitas igualmente la vida, pero don Quijote solo tiene una palabra.

Chiquiznaque.-   “Entonces satisfecho me retiro”(Devuelve el espejo al carro).

D. Quijote.-          (Recomponiéndose en el patio de butacas) ¡Oh fortuna despiadada! ¡Oh cruel destino! Este día será para siempre desde hoy un día maldito, pues en él se perdió para el mundo la flor y nata de toda la andante caballería. ¡Aquí fue Troya! ¡Aquí la fortuna, que no mi cobardía, dio al traste con mis alcanzadas glorias! ¡Y aquí cayó mi ventura para no levantarse jamas!


Sancho Panza.-     (Entra fingiendo) ¡Señor! ¿dónde estais señor?

D. Quijote.-          Aquí abajo Sancho.

Sancho Panza.-     ¿Estais vivo señor?

D. Quijote.-          Vivo si, pero para mi vergüenza.

Sancho Panza.-     Esperad señor, que bajo a ayudaros a salir de ese agujero donde habeis caido. (Ayuda a don Quijote a subir al escenario).

D. Quijote.-          Es inutil Sancho, nada ni nadie puede sacarme del negro abismo de mi pena. He sido vencido Sancho, humillantemente derrotado, y retirado para siempre de la andante caballería.

Sancho Panza.-     No se castigue mas mi señor, y muestre también su valor en la desgracia. No fue su culpa, sino la de Malambruno otra vez aliado con la mala suerte.

Trampagote.-        No Sancho, la verdad es que cada uno se labra y busca su propia suerte. Yo me hice la mía, pero no con la prudencia necesaria. Tenias razón Chiquiznaque, soy un fraude, un majadero. ¡El gran Trámpagos y su carro de ilusiones y de sueños! Todo era mentira. Los gigantes no existen y Malambruno tampoco. yo soy el único culpable de mi suerte.

Sancho Panza.-   ¡Que la suerte no existe! eso si que no es verdad. Usted hizo todo lo que pudo, lo que pasa es que la fortuna, según he oído decir, es una mujer borracha y caprichosa, que tan pronto derriba como levanta, sin mirar a quién ni como, y sin que para nada cuenten los méritos de uno.

Trampagote.-        Muy filósofo estás Sancho, pero es inutil, estoy acabado. Chiquiznaque. ¿Sabes?, hace un rato, cuando me enfrentaba al Caballero del Espejo, ocurrió algo extraño, y es que de pronto le vi como si fuera yo; como si no fuera más que mi propia imagen reflejada. Y ¿sabes lo que vi Chiquiznaque?: un viejo patético y sudoroso, montado en un ridículo caballo de madera, luchando contra si mismo con armas de juguete. Todo es una farsa. Nunca nos contratarán para hacer esa gira por Barcelona.

Chiquiznaque.-      ¿Quién dice eso? ¿Porque no van a contratarnos? y además, ¿por qué narices tenemos que ir a Barcelona? ¡Que manía con Barcelona! ¿Acaso el público que tenemos sentado aquí no es bueno? ¿Se han portado mal? ¿No han escuchado? ¿No se han reído con nuestras tonterías?, ¡entonces...!

Trampagote.-        Tienes razón y pido disculpas. Sabes que siempre he respetado nuestro trabajo, fuera cual fuera el lugar o gentes ante quienes lo hicieramos. Pero ahora todo ha terminado. El Quijote ha muerto y el gran Trámpagos con él. Recojamos los trastos Chiquiznaque y volvamos a casa. Tiro la toalla, abandono el oficio de actor.

Chiquiznaque.-      Bueno, bueno, bueno...que lo que se está terminando es la función, no el mundo. Además que no te creo. ¿Que vas a hacer tú, si no es lo que siempre has hecho?, que es hacer reír a la gente con tu teatro.

Trampagote.-        Morirme de tristeza

Chiquiznaque.-      Vamos no te pongas melodramático. No puedes dejarlo Trámpagos, la gente nos necesita. ¿Y a qué te ibas a dedicar?. Demasiado tarde para dejar de tirar del carro.

Trampagote.-        (Muy abatido) No Chiquiznaque. He estado loco, pero ahora gracias al cielo he recobrado la razón. Ademas don Quijote ha sido vencido dio su palabra de honor y está obligado a retirarse.

Sancho Panza.-     (Cambiando a Sancho). Escuche vuesa merced señor don Quijote, que se me acaba de ocurrir una idea que creo que es genial: no podemos practicar más la andante caballería, bien, ¡pero podemos hacernos pastores!, que también viven libres, de aca para alla por los campos, al cuidado de sus rebaños, y sin más ocupación que componer poesías a sus enamoradas.

D. Quijote.-          (Volviendo a animarse) ¿Sabes Sancho que esa quizás no sea del todo una mala idea.?

Sancho Panza.-   ¡Que ha de ser! le digo que lo de pastores a nosotros nos va que ni pintado. A más de ser una vida mucho más tranquila que la de los caballeros andantes. Usted podría llamarse “el pastor Quijotiz” y yo “el pastor Pancino”.

D. Quijote.-          Me place Sancho, pero Dulcinea se seguirá llamando Dulcinea, que vale tanto para princesa como para pastora.

Sancho Panza.-   Yo a la mía la seguiré llamando Teresa Panza que es el nombre que mejor le va con su gordura.

D. Quijote.-          Madre mía Sancho, que vida vamos a darnos, todo el día de fiesta tocando flautas y tambores, y cantando a nuestras amadas.

Sancho Panza.-     ¡Y buenas comilonas que no falten!.¡Aparte que los pastores también pueden hacer funciones de teatro!

D. Quijote.-          (Poniendose el orinal muy animado). ¡Efectivamente! ¿porque no?

Sancho Panza.-     (Al público). ¡Abre los ojos pueblo amado y recibe el regreso de tu hijo don Quijote, que si vuelve vencido, también es cierto que viene vencedor de si mismo, que es el mas meritorio de los vencimientos que pueda hacer un hombre!

D. Quijote.-          Déjate de frases Sancho, y vamos con pie derecho, camino de nuestra casa y de la romántica vida pastoril que nos espera.

Sancho Panza.-   (Puestos ya ambos al caballo) ¿Vamos entonces?

D. Quijote.-          ¡Vamos!

(Oscuro.Entran, cortando el aplauso del público, tocando la dulzaina y el tambor).

Chiquiznaque.-                        Y así termina la historia
del buen don Quijote y Sancho,
vista por la compañía
“Teatro del Maese Trámpagos”

Chiquizñaque.-                        Perdonad nuestros defectos
si no os hubiera gustado.

Trámpagos.-                            Si pasasteis un buen rato

Los dos juntos.-                      Premiadnos con vuestro aplauso.

(Oscuro, enseguida luz y saludan las veces que haga falta).
                                               FIN
original de Félix Fernández Montes
en Madrid a 21 de Septiembre del año 2000
nº 4575622 S.G.A.E