TROZOS

TROZOS  


Indice

  • LO SIENTO
  • CINCO MINUTOS
  • YA TE DIGO
  • VER LAS BALLENAS
  • SE JODIÓ EL TELEVISOR
  • ¡QUE LISTO!
  • A LA LUZ DE LA LUNA
  • ¡QUE BONITO!
  • HABLANDO SE ENTIENDE LA GENTE
  • TARDES DE METRO
  • NANO
  • ELENA
  • COMO SER DEBIERA




LO SIENTO

Algo ha ido mal lo siento,

había dicho el doctor. Mientras los campos de agosto corren amargos hacia atrás, veloces, aplastados por la radiante luz del implacable sol de mediodía.
Algo ha ido mal lo siento.

         De píe en el pasillo, acodado sobre el borde de la ventanilla abierta, sacando la cabeza fuera del vagón, el hombre se dejaba abofetear por el aire caliente y seco del páramo que huía, desolado por el estío,  extendiéndose, hasta donde alcanzaba la vista, resquebrajado y duro, imposible; encarado tenazmente contra la absurda bóveda del cielo, de un blanco desteñido, irreal de beber lagrimas y plegarias inútiles de los hombres.

         Un cielo fingido y un campo muerto. Como nosotros. Inútiles y con la vida muerta. Con los sueños muertos. Como mi mujer y yo, doctor. Sin esperanza de remedio. Algo ha ido mal lo siento.

         Un viajante de comercio, traje azul marino y corbata, se colocó a su lado en la ventanilla. El hombre supuso que saludaba, y esbozo una sonrisa. Seguidamente vio al viajante decir otra cosa, y volvió a asentir sin escuchar nada. Asustado por el paso del tren un pájaro se alzó de un matorral cercano y voló hacia atrás. El viajante tenía ganas de hablar, y se puso a hacerlo; pero colocado trás el hombre, según el sentido de la marcha, sus palabras se la llevaba el viento mudas, como al pájaro, como a los campos muertos.

         Algo ha ido mal, había dicho el medico. ¿Entonces?  Lo siento. ¿Algo? ¿Qué es algo, Doctor? ¿Qué pasó con algo? ¿En dónde esta algo? ¿Y lo siento? ¿Es un lugar lo siento? ¿Acaso lo siento es el sitio donde habitan los algos torcidos? ¿los que fueron mal? ¿Es lo siento el lugar donde viven todos los sueños que no llegaron a ser nunca? Dormirán allí, latentes en su pureza de nonatos. Inmaculados. Puros de no haber sido. Y hacia allí seguramente corren los postes del tendido. Hacia atrás. A reunirse en lo siento con los campos muertos, desnudos, raquíticos como los algos que no fueron bien. Con los montones de piedra dolorida que crecen en su seno como callos, muertas también en su mudez, malditas; apiladas por generaciones en el esfuerzo vano de dar vida a la desolación, a ese algo imposible, condenado a ir mal por el inclemente cielo. A reunirse con la sombra viajera de la nube quieta.

         El viajante hablaba al viento sonriente y satisfecho .....Zaragoza..... .....feria..... .....convención....., aquí y allá alguna palabra aislada rompía la fuerza del viaje hacia atrás, de todo lo que no fuera la imparable voluntad propia del tren hacia su destino. Pero el viajante de comercio continuaba ajeno, llenando el aire con sus palabras mudas. El hombre asentía a veces, y otras negaba, según entendía que el gesto del viajante pedía asentimiento o negación. Como un guiñol sin banda sonora el viajante. Ambiciones y proyectos al viento. Más sueños perdidos yendo a reunirse en lo siento.

         ¿Qué era Doctor? Ahora da igual. Quiero saberlo Doctor. No se torture, no tiene sentido, es inútil.  ¿Inútil?  De verdad, no piense en ello. Ya lo se Doctor, los algos que van mal son siempre indefinidos. No tienen sexo, como los ángeles. Ni nombre ni apellidos. Son sólo algos que fueron mal y se quedaron sin sentido a vivir atrás, inutiles para siempre en lo siento. Lo queríamos tanto Doctor. Hicimos todo lo que pudimos. Otra vez: lo siento. Lo deseábamos tanto. Ya no será posible. ¿No? ¿Porqué Doctor? Hubo que intervenir. Lo siento mucho, de verdad, ya no podrá ser, lo siento, lo siento mucho. Lo siento mucho ¿Será lo siento mucho otro lugar distinto de lo siento? ¿Será otro sitio, a donde vayan los algos que ya no pueden empezar? ¿los que ni siquiera tuvieron tiempo de ir mal? ¿los algos que no comenzarán a ser nunca? No, seguramente lo siento mucho habrá de ser el mismo sitio que lo siento. Probablemente todos los algos muertos han de habitar juntos. Los que empezaron a ser y fueron mal, y los que nunca fueron. Un lugar en donde duermen sin esperanza todos los sueños perdidos, los algos rotos. Quizás allí sí son, viven y existe. Quizás allí los algos que fueron mal tienen sexo, y juegan alegremente reunidos con los pájaros que vuelan hacia atrás, con los postes del tendido, con los campos agrietados, con los montones de piedra dolorida, con las plegarias de los hombres al cielo, con la sombra de las nubes quietas, con nuestra pena, y con los sueños perdidos en las palabras al viento de los viajantes de comercio.

Félix Fernández Montes
Oviedo 2006




CINCO MINUTOS


Expiró e inspiró profundamente tres veces seguidas y se sumergió. El agua estaba tan caliente, que al principio le había costado meterse; pero al rato su cuerpo se había acostumbrado, y ahora estaba bien así: envuelto en aquel húmedo calor. Era confortable estar allí zambullido, casi totalmente cubierto por el agua caliente. Habría estado completamente sumergido, de no ser porque, con ser grande, la bañera no era lo suficiente para la total longitud de su cuerpo, y para poder meter la cabeza había de doblar las piernas. Pero estaba bien así. Suficiente. No importaba que las rodillas sobresalieran algo del agua. Suficiente. Se estaba bien allí dentro, protegido ¿Cuánto tiempo puede resistir sin ahogarse un hombre bajo el agua? ¿dos? ¿tres? ¿cinco minutos? Era una buena bañera. Se lo comentaría al casero cuando le llamara para decirle que tampoco iba a poder pagarle ese mes. Aunque seguramente él ya lo sabría. A fin de cuentas la bañera era suya ¿no? Mejor no le diría nada. Los caseros siempre piensan que te cobran poco. Y más cuando el inquilino lleva varios meses de retraso. Nunca hay que mostrarse demasiado satisfecho con los caseros ¿Se habría bañado él, alguna vez allí? Posiblemente no. La casa en la que él vivía era más lujosa, en un barrio mejor y más elegante. Y con seguridad tendría también una buena bañera. Si no más grande, porque era difícil, más nueva al menos; sin desportillones, ni manchas de oxido de las cañerías, de la perdida de los grifos, durante quien sabe cuanto.  Aunque vaya usted a saber. A lo mejor el casero no había sido siempre rico. Lo mismo, al principio solo era dueño de aquella casa, tenía que vivir en ella por fuerza y, como todo hijo de vecino, trabajar para poder pagarla. Mejor le comentaría lo de la cisterna. Tampoco como una queja, así, de pasada. Que no cerraba bien, que perdía agua todo el rato, y había tenido que llamar a un fontanero. No era cierto, la había arreglado él mismo, pero el casero eso no tenia porque saberlo. Su buen trabajo le había costado. Y dinero, que había tenido que cambiar el flotador. Estaba ya tan vieja aquella pelota de corcho blanco, que había llegado a empaparse por dentro, y ya ni flotaba. Era curioso, así, a simple vista, parecía imposible que el corcho blanco pudiera acabar por mojarse de tal manera que fuera incapaz de flotar. Una cisterna que no cierra es un gasto de agua considerable, y el mundo no está para gastos inútiles de agua. En esos tiempos el agua era oro. En muchos lugares vivía gente que no tenía ni el agua suficiente para beber. En África por ejemplo. Y en la India posiblemente también. Aunque en la India llegaban los monzones y llovía de forma torrencial. Pero no era agua buena. Era agua mala, que solo traía desastres, inundaciones catastróficas y enfermedades, como el dengue, la malaria y así. Lo ponían todos los años en el telediario. Las calles completamente sumergidas, y la gente andando por ellas, con el agua enfangada por la cintura, como si tal cosa. Y es que allí ya estaban acostumbrados a eso: a encontrarse, cada dos por tres, con el agua sucia al cuello, y sin un mal vaso de agua potable que echarse al coleto. El agua era oro. Lo decían todos, que la próxima guerra sería por el agua. Lo anunciaban desde hacía tiempo los analistas de los periódicos. Así, que eso de estar allí, completamente sumergido en agua caliente, dentro de aquella bañera gigante era, se mirara como se mirara, un autentico lujazo. Aunque la casa, ni la bañera  fueran suyas. Un lujo asiático ¿Cuanta agua cabría en aquella bañera? Vamos a poner que midiese… veamos: más o menos la cubeta podría tener uno cincuenta, uno setenta de largo, por unos cero setenta y cinco de profundidad media, y por, digamos, otros  cero setenta y cinco de anchura, en su parte superior, y cero cincuenta en el fondo, que lo dejamos en cero sesenta y cinco; serian… cinco por cinco veinticinco, me llevo dos, cinco por siete treinta y cinco, y dos treinta y siete… ¡Uf! que lío. Un par de metros cúbicos, más o menos. En una bañera como aquella, posiblemente, podrian caber cientos de litros. Tendría que hacerlo con la calculadora. ¿Cuántos litros cabían en un metro cúbico? Un lujazo de baño. Como un marques, sumergido completamente allí, en agua caliente ¿Y si se la bebiera toda? ¿si en vez de sacar la cabeza para respirar abriera la boca y se la tragara toda?  Una muerte digna de un príncipe. Como Cleopatra, que se suicidó en una bañera, llena de leche, cortándose las venas. ¿O metió unas serpientes para que la picaran? ¿Cuánto tiempo puede resistir un hombre sin morirse debajo del agua? ¿tres? ¿cinco minutos? O mejor, le diría al casero, que el fontanero había tenido que cambiar todo el mecanismo de la cisterna. Si le diría eso mejor.


Félix F. M. (junio del 2oo9)





YA TE DIGO
           Veinte y ocho años. Surfista. Quiero decir que hace surf, se dedica a ello, participa en encuentros y campeonatos para profesionales y todo eso. Y es bueno, muy bueno. Ha ganado cantidad de veces. Y se saca sus buenos dólares cuando consigue quedar entre los tres primeros. Ahora está en Méjico, creo. Tenias que conocerle. Estoy orgullosa. Sale en las revista, hecho un pibón y siempre rodeado de unas tiarronas, de esas, como las de los anuncios. Va a llegar lejos, ya te digo. Por eso le ayudo. Cuando vaya para allá este verano, lo veré. Si él puede, porque anda siempre de encuentros y campeonatos en cualquier playa del mundo. También toca  la guitarra. Tiene la vena de mi familia en lo de artista, como yo. En mi familia de siempre hemos sido todos  muy artistas. Yo también no te creas. Mi abuelo tocaba el acordeón, y mi bisabuelo era famoso en la comarca acompañando coplas con el guitarruco. Ahora los hermanos estamos cada uno por hay, en un lugar distinto del mundo; pero hacemos por ver de juntarnos, en verano, en casa de mi madre. Mi padre era el director de la orquesta municipal. Y yo tocaba el violín, no te lo pierdas. En casa todos los hermanos tocábamos en la orquesta. Pero mi padre me largó. No sirves me dijo. Y es que a mí por aquellas de chiquita, me dio la rebelde y ni yo misma me aguantaba. Y que él era un pelotudo. Tanto artista y tanta música, pero al final el típico machote de ordeno y mando de toda la vida. Y luego, que para gastarla con los amigos, y tenernos casi en la miseria. Que sus buenos apuros pasaba mi madre para llegar a fin de mes. El violín, al final, me enteré que lo vendió. Andaría sin blanca para los tragos. Que eso sí que se las apaño para que no le faltaran hasta que se le acabaron los días. Siempre andaba comprando y vendiendo violines. Mi violín era un bueno. Pero a mí me dio igual que me botara. Me gustaba más hacer otras cosas. Siempre a la contra. Era una rebelde. Y sobre todo bailar. Eso sí. El baile es lo mío. Bailar desde siempre me apasionó. Desde niña, siempre me recuerdo, yo sola, encerrada en mi pieza, bailando durante horas. Ya en la primaria estaba de figura en el grupo de las escuelas. Y con dieciséis, mi padre, viendo que no me sacaba provecho para otra cosa, hablo con uno, y me metió en el cuerpo de baile municipal. Yo era buena, ya te digo. Actuábamos en salas y teatros importantes. En la capital estuvimos en el principal. Y me ganaba mis buenos pesos, no te creas. A mí me encantaba. Los ensayos, el ambiente, los viajes. El mundo de dentro de los teatros. Y bailar, bailar es tan hermoso. El escenario ardiendo de luz, la música, y el público, llenando con su silencio la penumbra de la platea y los palcos del local. Había días, cuando la función iba bien,  que acababas dejando de ser tú. Yo que sé, te olvidabas de todo. Movimiento puro. Te perdías pintando en el aire la música con tu cuerpo. Como si flotaras. La música y la danza te agarraba y te llevaba volando, volando, a otro lugar en ninguna parte, fuera del mundo, lejos de todo dolor, de todo recuerdo, y de toda pena. Pura música en movimiento. Bailar es maravilloso, ya te digo. Pero como no, tuve que joderla. Y nunca mejor dicho. Y es, que parece que siempre tuviera que hacer las cosas de al revés.  O por aquello de rebelde, que siempre tiene una que meter la pata. Y tuve que ir a quedarme, antes de tiempo, y con  el peor. Diecisiete años tenía. Apenas una cabra chica, fíjate. Pero con todo ya supe arreglármelas para meterla hasta el fondo. Y él,  a lo mejor ni siquiera era tan malo. Pero ni tiempo me dio a conocerlo. Que a la que me cogió, me dejó. Y a la que supo que me había dejado, desapareció como si se lo hubieran comido los gusanos. Un cagáo, aunque yo le comprendo. Se ve, que se supuso la que se le venía encima, y con lo poco, en realidad, que me conocía, se le hizo cara la cogida. Y sí que lo viene siendo. Porque con un hijo, se te cambió para siempre la vida. Sobre todo a la madre, porque  para él es distinto. Y si no, mira el del mío, que jamás ha querido saber nada del suyo. Ni conocerlo quiso, no fuera a ser, me supongo, que ante la criaturita se le agarrase al corazón el sentimiento, y se fuera a ver comprometido. Y allí se acabó lo de rebelde, y a apechugar con todas. Porque tampoco mi padre con lo de la orquesta podía con mucho. Y en casa quedaban mis tres hermanos y la pequeña. Todos artistas,  ya te digo. Que, porque me veas a mí, así ahora, no te creas. El mayor, toca el violín en una orquesta importante en el Canadá. Y el chico, bien jovencito, se consiguió una beca para Sudáfrica y lleva allí más de veinte años. Yo me fui antes. Como era la mayor, me tocaban todas. A más siendo mujer, con el burro de mi padre no podía y me vine para acá. Me empeñé con Europa. No se porque me dio por allí.  A París, quería, por las películas y las novelas supongo, que yo era muy novelera. Ya sabes: lo de "Rayuela", Cortazar y todo eso de la bohemia. Yo que sé, eran los setenta, y teníamos todos aquellos sueños locos. Éramos jóvenes y no sabíamos nada, pero creíamos que podíamos con todo. Yo quería bailar. Bailar o nada. Pensaba que allí, en Europa, con determinación, acabaría abriéndome camino con lo mío. Estaba lista yo. Menuda ingenua. Ni idea tenía, ¿pero lo viste? ya me enteré. Y acabé en Italia; por que me surgió una amiga,  que, para arrancar, me alojaba en su casa de Roma unos días, y por el idioma,  me decidí. El niño se quedó con la abuela, mientras yo me instalaba, quedamos. Luego ya nunca se quiso venir. Era normal, allí tenia ya su vida, sus amigos, y sobre todo las playas tan cerca. Allí son miles de kilómetros de costa abierta al atlántico, y en algunos lugares, no veas que olas. Y a lo primero en Roma no me fue mal. Lo mejor siempre, es conseguir meterte en el circuito de los bares de copas. Aunque también es duro, no te creas, que entre jefes, compañeros y clientes, te chingan lo tuyo. Pero por lo menos es más divertido que de cajera o de reponedora en un súper. Y dar comidas también es peor; cuando empiezan a apretarse las comandas, los compañeros histéricos, y la gente cabreada esperando, a lo mejor, casi una hora entre plato y plato; todo el mundo cagándote a prisas y tú en medio de la cocina y los clientes. Las copas es mejor. Si te lo montas bien hasta haces amigos y conoces gente interesante. Aunque al final, a lo que más quieren todos es a meterse en tu cama. Hasta tus compañeras, si te descuidas, que en el ambiente de la noche, eso es moderno y vale todo. Durante un tiempo, puede tener su punto, las copas, los chicos, las risas. Pero al final, también acaba uno podrido de tantos babosos en tu cama. Sobre todo después, a las despedidas, que por lo normal se vuelvan patéticos, y te preguntas que coño haces en la cama con ese calzabragas. Se acaba viviendo de noche. Es difícil de evitar, por el horario. Te haces a la noche, como los vampiros. Y que a la que te descuidas, día con día, vas tomando lo tuyo, y te acostumbras. Que también hay que cuidarse con eso. Porque sales, a la hora que sea, las dos, las tres, después de haber estado poniendo copas ocho horas a la gente, y a la que recoges, a cierre echado, ya estas aprovechando para tomarte la primera de balde. Eso si no has estado ya todo el día, como hacen algunos, dale que dale, con los chupitos. Y de ahí, de copas con los compis. Que mola que por un rato te sirvan a ti. Pero en esas te dan todos los días las cinco o las seis de la mañana y te estas acostando al comenzar el día. Como los vampiros, ya te digo. En verano, para cuando te acuestas, ya es de día; y en invierno, cuando quieres ir a salir de casa, ya es de noche. Por una temporada está bien, pero para siempre no es vida. Pero con todo, de lo mejor. Porque si pillas en un supermercado, o un sitio de comidas, es peor. Que para eso prefiero lo mío -quiero decir en lo que estoy, porque lo mío, como te digo, es el baile-, que no tengo que aguantar las tonterías de ningún cretino de encargado, y nadie te va mordiendo el culo con cagaprisas. Al llegar, con el abrigo,  dejas en el cuartito de las fregonas, los humos y las dignidades. Te arremangas, coges tu escoba, tu cubo, y a fregar lo que toque; que al final, es de lo menos malo. Y que le vas a hacer. Llegas, con un gran puñado de esperanzas, y otro pequeño de ahorros, y ves como los dos se hacen se hace más y más chicos día a día. Sin ningún respaldo. Sin familia, sin amigos, sin poder, al principio, ni entenderte con la gente. Así que lo que quieras y lo que seas importa una mierda. Se hace lo que se puede, y gracias que lo haya. Enseguida se le quitan los sueños a uno. Porque a lo que más hay es de teleoperadora, que te tiras el día aguantando burradas de la gente y no ganas una mierda. Lo de  limpiar es mejor.  Haces tu trabajo ligerito, que la cosa quede adecentadita, y a chutar. Y en eso quedó lo del baile y la tontería del arte y la bohemia. Que para sacar aquí, malamente, lo necesario para mandarle lo suyo a mi hijo, pagar la habitación, comer, el teléfono y las chingadas varias, echa una el día limpiando escaleras. Pero lo mío es bailar, ya te digo. Y a la que pueda, lo pienso volver a hacer. Así que mi hijo ya no me necesite. Sólo que por el momento no va ha ser posible. Porque el niño vale.  Y que carajo, para eso tiene madre. Y si yo puedo, que a él no le falte ayuda, como me faltó a mí la de mi padre. Un figura. Para el surf, todavía es joven, y si puede seguir va ha llegar lejos, ya vas a verlo. Sólo que lo suyo es caro. Para estar yendo a todas esas competiciones, tiene que ir poniendo su buena pasta por delante, no te creas. Que los campeonatos no son precisamente en sitios, ni cerca, ni baratos: Australia, El Caribe, las islas del pacifico. Solo en viajes, al pobre, se le van montones de dinero. Y luego las inscripciones. Afortunadamente no la tiene como la tuve yo, y está su madre, que por encima de todo, todos los meses, le envía religiosamente lo suyo. Y la fortuna de que, a la mía, la pueden ayudar mis otros hermanos. Que mi padre, hace tiempo ya que se murió, como había vivido, sin dejarnos ni un chavo. Hasta mi violín, como era bueno, me enteré de que al final, el muy chingón, lo vendió antes de morirse. Y le darían sus buenos pesos, porque era bueno. Por el barniz. Fíjate, que decían que el secreto del sonido de aquellos violines estaba en el barniz, que el constructor, para la formula, había utilizado su propia sangre. Así que, gracias a dios, para mi madre, están mis hermanos.  Que aunque la mujer puede aun valerse, no esta para trabajos, y con la pensión que mi padre le dejó, ni para pagar la casa le llega. Y yo ya no puedo hacer más de lo que hago. Y que no me falten, que con todo, lo de limpiar escaleras es de lo mejor. Pero lo mío, de verdad, aunque me veas así ahora, para lo que soy buena, para lo que de verdad valgo, y lo que de verdad a mí me gusta, es bailar. Ya te digo.

F.F.M. Octubre del 2010




VER LAS BALLENAS



Las Ballenas. Ver las ballenas. Te juro que a mí me dan vida los programas esos de bichos de la tele. Hay una ballena, en realidad es un tiburón, tiburón ballena le llaman, que puede llegar a medir más de doce metros de largo. Decían en el programa, que un biólogo ingles vio uno de veinticuatro metros. Te imaginas como tres autobuses juntos. Aunque no trajo pruebas. Pero de más de quince metros se han visto varios. Y fíjate, paradoja, el tiburón más grande de los océanos, y no se come a nadie. Vive de filtrar el agua y capturar los bichitos diminutos, casi microscópicos, de los que está el mar lleno. Tan grande que podría ser el rey, y ni siquiera se come a los peces. Da que pensar ¡verdad? Las cosas de los animales dan para pensar mucho. Yo cada vez me enrollo más pensando. Filosofando, si, no te rías, filosofando sobre la vida. Porque si te paras a pensarlo ¿Que somos? Ya lo sé, la estúpida pregunta de siempre, pero en serio ¿tú te has parado, alguna vez, a pensarlo? de verdad, seriamente, ¿Que coño somos? No somos nada macho. Un puto holograma. No somos más que un puto holograma, y sin embargo nos pasamos la vida pensando y sufriendo como jilipoyas. Que si la mujer, que si el cabrón del niño. Porque en eso es, en lo que se ha convertido al final el nene, en un cabronazo. Aunque ya se le veía venir. De qué, mi padre, me iba a consentir a mí, las cosas que ha este niño se le han consentido. Como, a la menor, me pegaba un bofetón que me volvía la cara del revés, ya me cuidaba yo de hacer tonterías. Pero claro, éramos siete. Con este, mi mujer siempre preocupada, siempre pendiente, que al niño no le falte de nada, siempre atendiendo sus caprichos. Y yo, que es verdad, después de doce horas bregando en el bar como un cabrón, llegas a casa, y por no pelearte con tu mujer, que el niño haga lo que le de la gana. Pues lo que hemos hecho: un cabrón. Y la mala ralea que siempre ha tenido el nene, que también el angelito se ha ido cocinando a sí mismo; que por las mismas, nos podía haber tocado un niño que tuviera mejores intenciones. Este nada: el ordenador, de bares, calle, copas con los amigos y tocarse los cojones. Estudiar no quiere, trabajar tampoco. No me extraña: un puto vago de siete suelas, que vive como un señorito, haciendo lo que le sale de su real gana, a costa de mi pensión y del sueldo de su madre ¿para que coño va a ponerse a buscar trabajo? Y que todo le parece poco al niño, no se que se cree. Sin titulación, y sin saber hacer nada en la vida, no sé que leches de trabajo cree, que van a venir a ofrecerle a su casa. Y no le digas nada al niño, que no sabes los modos que gasta. Un cabronazo, que va a seguir así toda su vida, sin mirar más que para sí mismo, exprimiéndonos, para sacar todo lo que pueda, mientras pueda. Es decir hasta que nos muramos los dos ¿Y porque? ¿Porque me pasa a mí esto? Por no ser más que un puto holograma que piensa. Y ese es todo el problema, la preocupación, el pensamiento. Que si no, si no es por los miramientos, si no es por su madre, de que le aguanto yo las tonterías al niño. Mira lo de los animales de la tele, que como no piensan tanto son mucho más listos. De qué a un león le va a estar chuleando un hijo durante toda su vida. A la primera, le pega al cachorro un zarpazo que le avía. Eso si no lo mata, para que la leona vuelva a estar en celo. Igualito que aquí, con tanta preocupación, tanto miramiento, y tanto pensarlo tanto todo. Que no digo filosofar, que filosofar es otra cosa. El pensar sobre las cosas serias, filosofar, a mí, te juro que es de lo poquito que aún me queda. Y es que hay cosas que son acojonantes. Y además que nunca las vamos a poder llegar a saber. Tu te montas tu película, pero ¿que coño somos tío? ¿un puto holograma? ¿Somos un puto holograma? ¿Y después de muertos? ¿y Dios? ¿eh? ¿y Dios? ¿que me dices de Dios? Porque algo tendría que haber al principio de todo esto. Y es acojonante, porque ya puedes pensar en ello, que nunca vas a saberlo. De verdad que si no me entretuviera flipando con esa cosas, no se que sería de mí. Por ejemplo, tu te has parado a pensar, ¿Y si hay otra vida,? ¿que clase de vida será?, porque macho, no vamos a creernos lo del cielo, con Dios, la Virgen María y los angelitos. El pensar sobre las cosas profundas, las verdades de la vida es alucinante. Yo por la noche, mientras ella ve los programas esos de famosos por la tele, me enchufo al equipo de música con los cascos, y me pongo a pensar sobre todo ese tipo de cosas. Te juro que pensando flipo como un chino. Y si no fuera por eso no aguantaría en casa. Pero filosofar de verdad, no el estar dale que dale, a vueltas con los malos rollos, que es una puta mierda. Porque a ver, ¿que gano yo rumiando sin parar la coña de vida que me ha tocado vivir?. ¿Dándole y dándole vueltas a las cosas, que son como son, y no tienen arreglo? ¿Por que leches tengo que estar sufriendo yo por la mierda de hijo que tengo? ¿O por si el dinero llega o no llega? ¡Joder yo estoy jubilado!, ¿que más quieren que haga? ¡Si soy la chacha! Y si con mi pensión y con el sueldo de Pilar, no llega, pues se gasta menos. Y el niño que se compre menos ropitas, y menos zapatillitas de marca. Y si no que se ponga a trabajar y se vaya. Por que leñes tengo yo que estar todo el tiempo pensando y sufriendo por los demás. Te aseguro que los leones de la tele, y los bichos en general, no sufren ni la mitad que nosotros, simplemente porque no piensan. El león se come su cebrita, y le importa un rábano si la mama cebra esta mirando o no con cara de pena. Y hasta que él no esté lleno, allí no come ni dios. Así de sencillo. Si puede, folla, y si no puede no folla. Si recibe una herida se la lame, y cuando le toca, se va a morir por ahí, pero sin comerse el coco. Lo que le toca le toca, pero sin comerse el coco, sin sufrir más de lo necesario. Mira lo que sufre por nada el Tiburón Ballena, mientras va por los océanos, sin más pensamiento que el de mantener su inmensa boca abierta para filtrar los bichitos del agua. Me dan vida los programas de la tele, en serio, los animales y esos sitios que salen en los reportajes. Se lo tengo dicho a Pilar, que en cuanto ella se jubile, nos compramos una furgoneta y nos vamos de viaje por ahí, a conocer mundo. A Perú. A ver las ballenas. La tengo yo con el Perú. A ver si juntando su jubilación con la mía, no vivimos, de camping, en cualquier lado como unos reyes. Porque la casa de Madrid, en cuanto se muera mi madre, se termina el contrato y se pierde. No anda loco el sobrino de la dueña, que la heredó, por librarse de nosotros. Y la otra alternativa es el pueblo de sus padres. Pero te juro que yo, allí, me acabo de perder, y me cuelgo en el pajar de una viga. Pero antes,  agarro una escopeta, y me lío a matar a tiros a toda esa pandilla de amargaos, que viven tan resentidos con su suerte y con la vida, que, si pueden, te lo hacen pagara a ti. Y encima todos viejos, que hasta los que no lo son, parece como si lo fueran, de resecos y amargaos que andan por el mundo. Por fuera y por dentro. De verdad, que no he visto pueblo en mi vida con gente tan rancia y tan desagradable, como en el pueblo de mi mujer. Y eso que tienen pelas, que allí desde que pusieron el regadío se han hecho todos ricos. Pero nada chico, al fondo del alma, el agua no le ha llegado, y siguen igual de renegridos por dentro, como cuando aquello no era más que un páramo maldito. Ya se lo digo a mi mujer, que yo en su pueblo ni muerto; y a como irán, para entonces, los alquileres en Madrid, que en cuanto le toque, juntamos la jubilación de los dos, y nos vamos, lo que nos quede, a viajar por ahí. Me pienso comprar una furgoneta de segunda mano. Ya las tengo vistas, una de esas pequeñas; que le quepa un colchó en la parte de atrás, y que no sea muy altas, para que vaya bien por carretera. Con eso, de camping, te vas al fin del mundo con dos duros.

—Si —me dijo Pilar, cuando se lo conté—, sólo hay que ver la barriga que tienes  ahora, que te cuesta hasta ponerte los calcetines, como para imaginarte, dentro de diez años, intentando calzarte dentro de un saco de dormir.

Joder, siempre tiene que estar viendo el lado mal de todo. Sobre todo, de todo lo que se me ocurre a mí. Todo lo que yo pueda pensar son jilipoyeces y tonterías. De verdad, que yo en mi casa, pinto menos que un esquimal en la selva del amazonas. Y de hablar con ella de mis cosas de la filosofía, ni te cuento. Para ella todo son idioteces. Interés, por todo lo que no sean las pelas, la mierda del niño, y pelearse con mi madre cero. Que esa es otra, mi madre. Que parece que la buena mujer no vaya a morirse nunca. Y que Dios me perdone, que no la deseo ningún mal, que afín de cuentas es mi madre. Pero joder, antes o después hay que morirse. Que andarse resistiendo para acabar siendo un puro achaque de todo, también tiene su guasa. Y es que ya ni vé para moverse ella sóla por la casa. Y coño, con ochenta y nueve años, yo creo que ya está bien. Pero oye, ahí está, como un roble la tía, aun que eso sí, sin parar de quejarse, pelear con su nuera, y gruñir todo el día por todo. Y fíjate: pienso yo, que lo que la mantiene viva, es la guerra a muerte que se trae con mi mujer. Que pelear con ella le da marcha a la tía. Pero te juro que entre las dos y el niño, van a volverme loco. De verdad, yo espero morirme antes, porque la vejez es asquerosa. Y como a mi madre no se la puede dejar sola, la mujer trabaja, y con el nene no cuentes para nada, pues ¿a quien le toca?: al chache. Que a más de bajar a la compra, hacer la comida, y arreglar la casa, le toca aguantar a mi madre todo el día. Y no creas que no da guerra la señora. No te creas, no, que se está sentadita en su sillón, pensando en sus cosas y mirando por la ventana a los pajaritos. ¡Y me las veía yo tan felices con la jubilación! Mis otros hermanos, por supuesto que no quieren saber nada. Como, cuando murió mi padre, nosotros nos fuimos a vivir a su casa, pues a apechugar con la abuela que nos toca.  Te puedo asegurar que todo sería horrible, si no fuera por lo de filosofar.  Y lo bueno, es que eso no puede quitármelo nadie. Y cuando, entre todos en casa, ya  me han dado bastante por culo, desconecto, y me pongo a pensar en las cosas que de verdad merecen la pena de la vida. Que pasa muy deprisa el tiempo, para perderlo sufriendo con gilipoyeces, que además no tienen remedio por más que sufras por ellas. Así que ya te digo, yo como los bichos, comerme el coco lo menos posible. A lamerme las heridas, tranquilito en mi guarida, como los leones. O como el tiburón ballena ese: con la boca abierta, y a pillar lo que caiga. Y en cuanto se muera mi madre, y se jubile Pilar, me compro la furgoneta y al Perú. A ver las ballenas. El niño que se joda, y que trabaje como los demás. Y Pilar, que diga lo que diga, que para eso el hombre de la casa soy yo.


F.F.M. Noviembre 2010




SE JODIÓ EL TELEVISOR

Se jodió el televisor. Se fundió. Se acabó de ir a tomar por culo.
Empezó con unas rayitas, que aparecían  en líneas horizontales por arriba, e iban como juntándose hacia la otra esquina, por la que desaparecían según aparecían otras nuevas por el lado contrario. Bueno, yo ya me había acostumbrado, y como tampoco iba muy a más me olvidaba de aquello. Pero entonces fue el color, que le empezó a salir como una franja de arcoiris en la pantalla, y eso si que cada vez iba a peor. Hasta que ayer, con un pitidito, la imagen desapareció quedándose la pantalla negra, con un puntito luminoso central. Luego el pitido se quitó también, pero el puntito blanco no. Si lo apagas y lo vuelves a encender, sigue igual. El mismo siniestro punto luminoso, mirándote como un ojo central, desde detrás de la pantalla en negro. No hace falta ser un genio en la electrónica, para saber que el asunto tiene mala espina. Pero con eso y todo,  muy optimista, lo he bajado a una comercial de la marca, cercana a mi casa. La señora ha estado muy amable. Pero desde luego, allí, lo veían mal. Vamos que no. Y con la garantía perdida y probablemente vencida, menos. Pero la señora ha sido muy amable. Por permitirme conservar la esperanza, me ha dado la dirección de un taller, en un polígono, que llevan un par de chavales que lo cogen todo.  — “Que tenga suertecilla”— , me ha dicho con cara compasiva al despedirse. Muy amable la señora del servicio técnico. Sólo que, sin saber porque, aquellos bien intencionados deseos de  “suertecilla” me han provocado una profunda desesperanza. Joder sin televisor estoy perdido  ¿Qué coño hago yo ahora, estando en paro, sin televisor? ¿Qué significa ese único punto blanco sobre el negro? ¿Es  una prueba? ¿Son los dioses, que me castigan por descreído mostrándome la eternidad? ¿El mismo ojo de Dios, que escudriña mi alma desde el televisor por ese agujerito? ¿Por qué a mí, joder? La fortuna me condena a la taberna ¿Qué coño hago sin televisor si no bajar al bar. Porque tampoco está el invierno para andarse el día de paseito por la calle. Y con la crisis del ladrillo, ni siquiera hay obras para entretenerse mirando. Y de comprar otro, por el momento, ni hablamos. Que las cosas están muy achuchas. A si que ya me dirás ¿qué me queda?: ¡la taberna! Y sepan todos, que no fui yo. Que fueron los hados los culpables. Que si hube de terminar de aquel triste modo, no fue mi mala cabeza, si no mi mala suerte, la que me condenó, arrastrandome a los turbios brazos del alcohol barato, y de los desdichados amiguetes, pobres compañeros diarios de infortunio, de barra y soledad. No sé; si irme al quinto coño, en metros y autobuses -con el trinitrón a cuestas-, para probar “suertecilla”; si entregarme a las, según que hora, distintas sedes del colectivo de librepensadores del barrio; o si directamente cortarme las venas y acabar ya de una vez. Porque de verdad, que eso de “que tenga suertecilla”, se me ha clavado como un cuchillo en el alma. Así que he regresado a casa, he conectado el televisor, he vuelto a intentarlo, con el mismo resultado; y me he quedado un par de horas mirando el puntito blanco sobre el fondo negro muy deprimido. Como lo de la tele tienda, a las cinco de la madrugada, sólo que a las cinco de la tarde, y eso no es muy normal; aunque las sesiones nocturnas de astrología, tele timo, o tele tienda, hay que reconocer que tampoco. Y es que a fuerza de estar aquí, solito en casa todo el día, soy capaz de cualquier cosa, para entretenerme sin pensar demasiado en lo mío ¡Pero joder! ¡lo de el puntito blanco! Y lo de “que tenga suertecilla”, me ha hundido. Porque lo estaba diciendo por mí. No lo decía por el televisor, no, lo decía por mí. Absurdo allí, patéticamente cargado con aquel trasto, anticuado, inútil, irreparable como él. Necesitado de un milagro, para volver a funcionar. “Que tenga suertecilla”. Señora, con su  bien intencionada compasión me ha hundido usted en la mierda. Me ha abierto los ojos, y me he acabado de desmoronar. Sin quererlo me ha dado usted la puntilla. “Suertecilla”. Es el final. El comienzo de la decadencia. No voy a salir. Con mis cincuenta y siete no voy volver a encontrar trabajo nunca. Ni de lo mío, ni de nada. Es el fin. El principio del fin. ¿Que voy a hacer sin televisión? ¿Cuánto tiempo puede resistir un hombre en paro, sin más canal, que la acerada mirada de Dios sobre su conciencia? ¡A la taberna! Sin la tele lo único que me queda es la taberna. Y pongo, por testigos de mi resistencia, a los vecinos del barrio, y al mismo Dios, que tras el oscuro negro del televisor me mira, de que va para el año que estoy encerrado en casa como un calamar. Pero esto es el fin. Se terminó. Si me quedo mirando más el puntito de la pantalla, me da un algo. ¡La taberna! ¿Que los mismos dioses que me condenan me asistan! ¡A la taberna!¡Me bajo ahora mismo a la taberna!


F.F.M. Diciembre 2010


¡QUE LISTO!

Se le cayeron la gafas al ir a sacarlas del bolsillo interior del chaquetón  para mirar la hora -llegaba tarde-, pero con un rápido movimiento las cazó al vuelo, con la mano, antes de que se golpearan contra el suelo.

-Que listo soy-,

        se dijo, gratamente sorprendido, por la velocidad de sus reflejos y la precisa coordinación de sus sentidos;  mientras bajaba, con  paso ágil y decidido, el leve escalón que separaba la acera de la calzada, ajeno al autobús que se abalanzaba en ese instante sobre aquel sitio.


F.F.M. Junio 2010


A LA LUZ DE LA LUNA


Me gustan las estrellas. De verdad primo. Me gusta mirar las estrellas. Las estrellas son maravillosas. El otro día estaba de paseo con el primo Enrique cuando pasó una estrella fugaz. Pide un deseo ‑le dije‑. Vete a tomar por el culo ‑me contestó-. Joder, todo tiene su encanto. Pasear a la luz de la luna tiene su encanto. Eso es lo que le pasa a Enrique, que no es capaz de ver el lado bueno de las cosas. Por eso está siempre así, jodido con ese humor de perros, que se le va a acabar quedando para siempre esa cara de acelga. Y es lo que yo me digo, que hay que ser positivos. A ver: ¿que coño se gana pensando sólo en lo malo? Al final a uno se le tuerce la cabeza y la cagaste, porque luego no hay quien le quite a uno los malos pensamientos. Que si lo que dijo, lo dijo por lo que lo dijo. Que si me miró de tal manera. Que si se callaron al verme. Que si yo que sé. Lo peor es la cabeza. La cabeza en seguida se le dispara a uno, si empieza a verlo todo por el lado malo. Y es bien fácil, primo,  verlo todo en esta vida por el lado malo, porque vivir se pone muchas veces cuesta arriba, y con suerte, lo que ganas currando todo el día, apenas te da para comer, y la letra del techo donde reponer fuerzas para seguir en la tontería. Así que es mejor no pensar mucho en ello, y procurar ver las cosas por el lado bueno, que si te pones a verlo a las malas, tu vida se convierte en una caca y estas jodido.  Y que le vamos a hacer, es así y no queda otra que tirar para adelante. Hay que vivir, vivir cuesta dinero, y hay que trabajar para ganarlo. Eso es así y no queda otra primo, a sí que es mejor tomárselo a las buenas. Porque haber: ¿qué gana uno amargándose la vida a si mismo tontamente? ¿Dando vueltas inútiles a las cosas? Si te descuidas, se envenena uno. Hay que ser positivos primo. Lo que te toca te tocó, y se achanta con alegría. Pero que le respeten a uno, primo que le respeten a uno. Y ahí empieza el problema primo. Y es que todos nos parecemos muy listos y nos creemos más de lo que somos. Lo que tenemos siempre nos parece poco. La vanidad. Porque es cierto que el tema está montado para que guita nunca sea bastante primo. Pero también somos nosotros, que somos muy orgullosos y la vanidad nos pierde. Y si no mírame a mí, que soy mas bien tranquilo, pero ya lo ves, tuve que ir a quedarme con la más cara. No podía conformarme con una que fuera buena, limpia y sencilla. Sabes lo que te digo: alguien que te respete, que te espere en tu bohío queriéndote como eres, que se apañe con lo que hay y lo administre, que te apoye en tus cosas, y te de alegría y ganas de estar en casa con ella. No. Tubo que ser la más fina, la más pretenciosa de todas. Al final una buena pécora, para que me amargara la vida, con sus devaneos continuos, desprecios y reproches, mientras me arruina realizando con mi dinero sus delirios de gran señora. La más pintona tenía que ser. Una real hembra. Que infundiera envidia y respeto a los colegas. Y tuvimos nuestros buenos momentos al principio, es cierto, pero no duró mucho. Porque nunca llega la guita primo. Y menos con una mujer como la mía. Ya conoces a mi mujer. Todo se paga, tener a tu lado una mujer bandera se paga, y caro. Y fíjate que al comienzo, lo mismo ella se creyó que me quería. Yo siempre me digo que sí, que al principio se lo creyó. Pero en seguida vio que no. En seguida vio lo que había, y que no daba para más. Porque a la verdad que yo, de por mi, soy más bien tranquilo; te lo juro primo, tu me conoces, no tengo ambición, doy las gracias por que no me falte y me conformo con lo mío, no soy ambicioso, es la verdad. Y le resulte poco. Entiéndeme, que yo tampoco la culpo de nada. Una mujer de la categoría de ella tiene derecho a lo mejor. Pero no era yo. Que se yo, ya te digo. Me creo que, más que nada, por eso por ser así como soy, sin ambición, más bien tranquilo. Y que se le va a hacer, cada uno es como es y no hay más tu tía, y cuando intenta salirse del tiesto, la caga. Así es la vida, primo. No la hemos inventado nosotros. Las cosas son como son y no hay mas que hablar. Por eso yo trato  de mirar las cosas por el lado bueno. Lo mejor es verlo todo por el lado bueno. Ser positivos primo. Yo si no, no estaría metido en esto, que de por mí, como ya te digo, soy más bien tranquilo. Ahora que el trabajo es el trabajo, y si hay que comer, pues hay que comer. Porque ¿a ver? ¿quien cojones iba a pagarme la letra a fin de mes? ¿Y la luz y el gas? ¡y el teléfono! ¡que ya conoces lo que raja mi mujer!  Y que si esto y que si lo otro. Mucha guita primo. Al final con todo se va mucho dinero. Y no hablemos de la ropa, que no creas que la señora se conforma con cualquier cosa. Amén de lo mío, por que eso si: para esto hay que ir como un señor, y eso se paga. Te das cuenta en seguida. En cuanto ves a tus compañeros te das cuenta, de que para que le respeten a uno, tiene que ir como un pincel. Y la verdad es que resulta difícil, porque muchas veces el trabajo es sucio, y lo que ganas se te va en el tinte. Como ahora, sin ir más lejos, primo. Y es que a uno no se le respeta. Uno no quiere grandes cosas en la vida primo, de verdad: que le consideren a uno, que se le respete en lo que vale, y vivir tranquilo con lo suyo. Sin ambiciones primo. El jefe a mandar, y uno un mandado. Cada uno en su sitio, donde le corresponda. Pero eso si, que le respeten a uno. Que no te creas que yo, primo, me he creído nunca más que nadie. Y tu sabes que cuando ha habido que hacer trabajo sucio, ahí ha estado este primo como el que más. Como ahora que estoy aquí contigo, bajo las estrellas, dale que te pego con la pala a la luz de la luna. Y si se mira es bien bonito estar aquí, en tu compañía primo, cavando bajo las estrellas. Pero eso sí: el traje hecho un asco primo. Yo por eso lo digo: hay que ser positivos. Porque si no la vida es una gran mierda. Siempre el traje lleno de manchas. La vida trabajando para pagar el tinte. Todo cuesta mucho dinero primo. Y más con una mujer como la mía. Que hay manchas que no hay quien las quite. Tú lo sabes, que hay manchas que no salen de ninguna manera. Ni con el tinte salen del todo. Así que ¡hala! cada dos por tres traje nuevo. Y un traje vale una pasta. Yo por eso digo que si uno no mira las cosas por el lado bueno está uno listo. Como el otro día, con los berridos que daba el cerdo aquel. Como para no tomárselo por el lado bueno. Trabajo sucio primo. Mucho curre. Me puse a pensar y me envenené, se me fue la cabeza, primo. Creí que podría sacarme fácilmente un sobresueldo. Que no hacía daño a nadie trabajando por mi cuenta. Que si nadie se enteraba, nadie iba a molestarse. Por lo de mi mujer, y por lo del tinte. Y porque uno se va haciendo mayor, y empieza a verle los cuernos a la vejez. Y funcionó primo, durante un tiempo funciono. Vaya que si funcionó. Tampoco hacía daño a nadie primo. Me sacaba lo mío y punto. Pero al final, ya ves, todo se sabe. Porque somos una gran familia primo. Díselo así al Padrino primo. Que somos una gran familia y que me perdone. Que yo no le guardo rencor a nadie. Que me equivoqué. Y que si lo miro por el lado bueno, ya estoy cansado de hacer tanto trabajo sucio. Y que no me queda otra. Y ahora, que la zanja ya esta lista, menos. Díselo así primo, que me equivoqué y que me perdone. Y que somos una gran familia primo. Por eso, primo, te pido que te lo hagas a las buenas. Una cosa limpia primo. Rapidito. Con respeto. No como la guarrada que le hicimos al cerdo aquel el otro día. Mira que somos primos, y que tu mujer es prima hermana de la mía. Que tú eres primo mío. Con respeto primo. Que somos una gran familia. Con respeto. Así que si quieres..... Yo voy a mirar las estrellas primo. Y tú, cuando quieras primo. Me gustan las estrellas primo. Mira primo, mira que bonitas son las estrellas.


         (Suena un disparo. Oscuro)

 

Félix Fernández Montes
Septiembre del 2002




¡QUE BONITO!

¡Que bonito! ¿verdad? –dijo ella-.
Si –respondió él-.

La noche estaba increíble. Tumbados sobre aquellas grandes losas, aun templadas del sol  de aquel bochornoso día de verano, se dejaban acariciar, cogidos de la mano, por aquella frisa fresca de madrugada.  Al fondo, en la negrura del valle, brillaban tenues las luces del pueblo.  En la noche sin luna, mil destellos parpadeaban en la línea del cielo.

—Mi abuela me contaba que antes no estaban.
—Ya lo se. A mis padres también se lo contaron sus padres.
—Te lo imaginas.  Dicen que solamente se veían las pequeñas estrellas.
—Tenia que ser muy triste.
—Si.

En la oscuridad de la noche de luna nueva, desde su atalaya, los
brillantes destellos de las luces de los molinos de viento, se extendían hasta perderse muy lejos. El limite de la bóveda del cielo, palpitaba en fulgores más alla del horizonte.


 
F.F.M. Noviembre del 2010




HABLANDO SE ENTIENDE LA GENTE


            Mira macho, hablando se entiende la gente -­le dijo-, y comenzó a explicarle lo que realmente pensaba de él­. Cada cual en la vida elige su juego. Si quieres vivir la existencia escondido tras la mascara de un ridículo es cosa tuya. Pero hay cosas que a mi entender son intolerables. Como tu protagonismo delirante dando voces, cuando te pones en plan gracioso con la gente, o tu manera de reírte de todo, tu desverguenza, tu modo de tratar a los demás... Esa forma que tienes de pasearte por la vida arrasando como el caballo de Atila. Te lo digo porque soy tu amigo y las cosas es mejor decirlas. Porque hablando se entiende la gente. Tú eres un puto egoísta. Vas por la vida, arrollando sin ver, ni escuchar a tu alrededor. No te enteras tío. Y como no te enteras, tratas a los demás como si fueran caca. Porque para ti nadie significa nada. Para tu gran yo. No se quien te has creído que eres macho, pero para mí no eres mas que un mierda. Un mierda, un cobarde y un tarado, que arrastra una vida mediocre, a fuerza de ir dejando su paso sembrado de cadáveres. Es cosa tuya, ya te digo, si quieres ir por el mundo de cabrón ­-le dijo­-,  pero no eres nada tío, no eres nadie. No eres más que un saco de mierda. Te lo digo por que soy tu amigo. Y porque hablando se entiende la gente. Como la forma que tienes de hacerte la victima inmolada cuando te da la depre. Vamos..., patético macho. Y eso que esa es tu única verdad: tu derrotismo, tu conformismo en la mierda. No hay nada más. Por mucho que uno quiera y escarbe, no encuentra nada en ti que valga la pena. Todo son burdas y ridículas mascaras que no te engañan ni a ti mismo. Pero yo soy tu amigo y te quiero ­le dijo­,  a pesar de que lo peor, lo peor de todo, sea que te has perdido le respeto a ti mismo. Por lo que creo que no tienes remedio, y cada vez te vas a ver más y más arrastrado a un mayor grado de vileza. Y de verdad que si te lo digo es porque soy tu amigo, porque somos amigos -­le dijo-­, por eso te he llamado ­-le dijo-­, porque quería que supieras lo que pienso de ti. Y espero que a partir de ahora las cosas queden claras entre nosotros. Porque soy tu amigo y hablando se entiende la gente ­-le dijo-­, ¿No te parece?

            Él asintió. Clarito como el agua de las fuentes. Le pidió que le esperara un momento. Salió a la calle, fue al coche, sacó un revolver de la guantera, volvió y lo mató.



Félix Fernández   (2/2005)




 

TARDES DE METRO

         Unos hijos de puta. ...Ochenta y ocho, ochenta y nueve, noventa, noventa y uno, y noventa y dos. Noventa y dos escalones con el puto calcetín pegado al zapato. ¿Cuantos días hace que la jodida escalera no funciona? A quien le importa. Que bajen andando. Que se jodan. Imbéciles palurdos. Que se jodan bajando y subiendo escalones, respirando humedad y pobreza. Solo hay que verlos, que ver sus caras. Patéticos imbéciles. De vuelta a casita cabrones. A cenar con la tele y a dormir rapidito, que mañana tempranito... a trabajar otra vez. Seria para partirse de la risa si no fuera por la nausea que dan. Unos hijos de puta todos. Maldita la hora en que se me ha ocurrido quitar la puta etiqueta de mierda que llevaban los zapatos nuevos pegada al talón. La goma se ha quedado al fondo, y ahora al andar la mierda del calcetine se me llena de pringe. Unos cabrones. Todos unos hijos de puta ¿Es que esta coño de galería no se acaba nunca? Ahí están los cartelitos. Al culo y a la mierda. Tanto da. Al culo. Joder justo a tiempo. Todos estos imbéciles saliendo del túnel, me dan a que el metro de la opción culo se me acababa de marchar. Mejor. A esperar con los calcetines pegados al zapato. Mira aquel idiota leyendo su tebeo. Joder que enormes manos llenas de yeso. Para partirse de la risa. Semejante hombretón. Seguramente se tira el día pegando ladrillitos con cemento. Uno encima de otro. Bien colocaditos. Echará un cordelito para que todos estén bien en línea, que ninguno se salga de madre, todos igualitos. Venga de hacer paredes de casas que nunca serán tullas mamón. Él al metro. A leer su Mortadelo de vuelta a su cuchitril en el extrarradio, donde seguro le espera una inmensa gorda, y un par de bestezuelas en amorfo desarrollo, a costa de comer cerdo y papas hasta la nausea. Dan ganas de vomitar solo de pensarlo. O aquel otro imbécil, con su maletita y todo trajeado. Seguro que se siente un aristócrata o algo así. Joder que corbata. ¿Y el pelito? Que corte de pelo macho. Te fundes una pasta en brillantina cabrón. Seguro que te dejas el alma vendiendo café de bar en bar, o cualquier otra payasada semejante, para poder presumir de posibles, con tu ridículo trajecito, en el cutre-bar de tu barrio; invitando a güisqui de garrafón a otra pandilla de desdichados, que a cambio te aguantan que presumas de mujeres, con la experiencia, de idiota, que sacas yendo una vez al mes, a matar tu mierda en una casa de putas baratas. Luego en el vagón es mejor todavía. Que se joda la vieja. Para coger asiento hay que estar más viva señora. A criar margaritas. A dejar de hacer bulto, que somos muchos y usted ya se ha jodido lo suyo. Joder que piernillas de alambre. Muérase en su casa señora. Échele cianuro a la comida del puto gato y cómasela luego. Lo que yo le diga señora. Que le cuesta mucho dinero el inserso al puto contribuyente y total, para lo suyo. Próxima estación la del mamón. Con amables locutoras anunciando las estaciones y todo. Como si fuera el AVE pero con olor a pies. Joder que mierda, para morirse. Y la parejita de quinceañeras. Vienen de estudiar mecanofrafía, taquigrafía e informática las guapitas. Pobres ilusas. Follar hijitas, a follar ahora todo lo que podáis, que para luego es tarde. Pillar vuestro maromo antes de que se os y caigan las tetas y a parir. Que en seguida se te pone el culo como un pandero, y el cerdo que se pilla luego es peor. A aquel se le ha estropeado el coche. El señor no es de metro. Se huele rápido. En lo que viste, que es como de Telva. Y en la cara de hipócrita satisfecho. Hi de puta de primera, o imbécil con suerte. Hasta parece majete el cabrón. Tu puta cuna mamaculos. Sin mamá no tendrías para andar jodiendo nenes. Din don a bajarse estación. Mira la, que lista la negra. Te jodes abuela que te lo han vuelto a quitar. La puta negra. Estos vienen aquí y como si fuera su casa. Y se ponen hermosas las cabronas. Que parece que fueran a estallar de lo gordas y prietas que se ponen aquí. Mira como le rebosa de los zapatos la carne de los pies. Te juro que es para vomitar. Tú te jodes puta vieja haberte muerto ya. Din don próxima estación la del maricón; correspondencia con su puta madre Vamos, a bajarse todos. ¿Va a bajar usted? ¿Y usted va a bajar? Y a ti que te importa mariconazo. Que se te van a estallar los pantalones. Se te va a salir la caca por la boca de lo apretado que llevas el culito cacho marica. Esto del metro es la monda. Din don fin de trayecto ¡Hala!  todos a la mierda. Lo siento por no poder seguir de risa con la vieja. Venga, otra vez de paseo con el calcetín pegado al zapato. Yo vuelvo para atrás. O mejor me hago la circular, que no se acaba nunca. Y es que en el metro me lo paso bomba, oye, viendo a los gilipollas. Mejor que con la porno oye.


Félix Fernández
febrero 2002




NANO

(Comentario a “TIC TAC” de Suso del Toro)

         Yo también pienso sin parar sobre las cosas Nano. Es una manía. Estar sentado o de pié, en cualquier sitio, pensando sin parar sobre todas las cosas de la vida. Pensando sobre lo que pienso de las cosas. Eso es con mucho lo peor de la vida, que la pasamos pensando todo el rato. Si no pensáramos tanto seria más sencillo y se sufriría menos. Porque se sufre en la vida. Eso no hay quien lo niegue. Incluso cuando se esta bien, si uno lo piensa dos veces, se sufre un poco. Sólo se deja de sufrir totalmente en la vida cuando uno duerme. Que es como si se estuviera muerto y entonces ni se sufre ni nada. Eso si no se sueña, que es peor. Porque suelen ser pesadillas o sueños raros, y se sufre igual que despierto o más. Cuando estemos por fin bien muertos, me parece a mí que ya no sufriremos. Pero bien muertos del todo, no a medio morir. Que es una de las partes de la historia que suele ser peor. A si que es mejor no pensarlo si se puede. Porque si se piensa un poco resulta ser una gran putada, tener que estar sufriendo todo el tiempo de la vida, que tampoco es mucho que digamos. Para cuando uno quiere darse cuenta ya es mayor y está empezando a hacerse viejo. Y en seguida, cuando ya has sufrido lo tuyo, te mueres y ya no sufres más. Ya no estas. Resulta todo bastante tonto. Lo de la vida me refiero. Estar todo el rato aquí, sin poder parar de pensar y sufrir, llenos de pena y de miedo, incluso en los buenos momentos. Para morirse luego y ya está. Sanse acabo la función. Finito de la música. Ya no estas. Se te acabó la cuerda. Tic-tac, kloc-cata-kloc Nano. Y no consuela nada el pensar que no toda la vida se acaba contigo. Que se quedan otras vidas pensando y sufriendo a su vez todo el rato. Ni aunque te vayas pensando que alguien se queda sufriendo un poco por ti. Que tampoco serian muchos días además. Que llena en seguida la memoria el sufrimiento propio. Todo eso importa un rábano y no consuela nada. Hasta casi da un poco de rabia. Por envidia supongo. Y eso que es idiota tener envidia de que otros vayan a estar viviendo y sufriendo más tiempo que tú. A si que uno casi debería estar contento por morirse cuanto antes. Pero luego, cuando toca estirar la pata, no resulta ser para nada así. Y el que no patalea y se pone a rabiar, se pone si cabe aun más triste que antes. Cuando vivía intentando no pensarlo. Sin querer saber que le estaba tocando ya. Que se estaba muriendo todo el rato. Porque en realidad se tira uno muriéndose poco a poco media vida. Desde que te haces mayor, que es más bien pronto, hasta que acabas ya bien muerto. Todo es un poco tonto y más bien triste de pensar. Por eso es mejor procurar no hacerlo. Procurar entretenerse con otras cosas. El fútbol, o Indurain, o las olimpiadas, que están ahora en la televisión, que es muy buen invento para eso. Para pensar poco. Lo menos posible. Como hacen otras vidas de este mundo, que son más sabias al final, por que no piensan nada o piensan más bien poco. Como los bichos, por ejemplo, que no parecen pensar mucho y se les ve tan felices por el campo. Y si no las gallinas, que todo el mundo sabe que son completamente tontas, y míralas, sin brazos ni nada y tan contentas. Aunque no se puede llegar a saber a ciencia cierta lo que sufre o goza una gallina, o una planta, o un bicho. Quizás sufren también toda su vida, pensando que cualquiera los pueda llegar a pisar y aplastarlos sin querer. O queriendo que es peor. Que los hay que les da miedo todo bicho viviente que no sean ellos y si pueden lo matan, así sin más; por si acaso les fuera a picar. Y a demás que hay mucho rencoroso que se venga de la vida y de su pena, haciendo de sufrir aposta a los demás. Que ya es ser cabrón. Porque digo yo que bastante sufrimos solos, para que venga nadie a fastidiarte y joderte la marrana, tratando de hacerte sufrir aun más con sus penas. Pero duele tanto pensar en la vida, que muchos no lo aguantan. Y así está el mundo, medio lleno de gente cabrona y locos peligrosos. Gente que se le dispara el pensamiento y entonces, claro sufren más. Tanto que muchos acaban pegándose un tiro, o tirándose al mar desde un acantilado (que quedaba la mar de bien en las películas), o perdiendo el tiempo de la vida en inventar las mil y una maneras de matarse. Del dolor de estar pensando todo el rato como locos. Y los más rabiosos procuran si pueden llevarse por delante a unos cuantos. Solo de la pura rabia que les da su dolor. Y si es gente inocente mejor que mejor. Señoras embarazadas por ejemplo. Que es un crimen de lo más atroz y para un loco rabioso cuanto más atroz sea su crimen mejor. O niños también. Que les da muchísima rabia verles siempre tan felices con sus papás y sus mamás. Aunque los niños también sufren lo suyo pensando. Que yo he sido niño y se que no es ninguna ganga. Pero los locos rabiosos piensan que no. Que los niños no sufren pensando. Que sólo ellos sufrieron pensando de niños. Y les gusta matarlos porque resulta un crimen de lo más atroz y repulsivo para la sociedad. Y es que con tanto pensar hay gente para todo. Yo por eso me digo que es mejor pensar poco. Pensar lo menos posible. Como los árboles que no parece que piensen nada de nada y les va tan ricamente; ya estén en el monte o en un agujero cutre en el asfalto. Aunque vaya usted a saber, si no estarán también sufriendo todo el rato. Que si las heladas, que si la contaminación, que si la sequía. O el temor constante de que les vaya a partir un rayo. Que todo puede pasar. Y que no llegue el típico listillo, con el mecherito leré y la latita de gasolina leré a quemar el monte leré. Que de tanto pensar hay mucho rencoroso. Yo por eso prefiero pensar lo menos posible. O pensar en otras cosas. Intentar pensar en las cosas bonitas de la vida. Que, aunque en general se sufra, también las hay. Como el amor de madre. O el heroísmo. Que de siempre el sacrificarse a un ideal ha aliviado mucho de la angustia vital. Y si no siempre puede uno tomárselo a guasa Nano. Pensar que es todo una broma boba y reírse de Janeiro. Que es otra manera de sufrir menos. Como entregarse al loco amor. Que el abrazo de los cuerpos tiene el poder de fundirnos en la nada por un rato. O estar todo el tiempo pensando en la comida. Que es de lo mejor y alivia también mucho de la vida. Yo por eso me marcho ahora mismo a hacer la compra, antes de que me cierren el mercado. Que entretiene mucho de pensar el hacer la compra en el mercado. Aunque a veces también allí se encuentre uno con que le están mirando, desde su cabeza muerta, los ojos de una vaca o de un cordero degollado, de tal modo, que parece que te estuvieran leyendo el pensamiento.


Julio de 1996


ELENA

         Elena es una puta. Vamos Elena nadie va a saberlo. Todos los chicos de la pandilla le han tocado las tetas. No quiero. Déjame. No quiero. Las tetas de Elena son grandes y cuelgan. Venga tonta. Te va a gustar; ya lo veras. Primero fue Ricardo y nos lo contó a todos. Por favor déjame. Elena es tonta y llora cuando le tocan las tetas. Vamos no seas idiota; no ves que gusto; quítate eso coño, quita. Luego Andrés y Pedro y los demás; y todos lo contaban y nos reíamos. ¿Te gusta verdad? Mira Elena toca, mira que duro, ¡toca coño! Así ¿ves? Fuerte, así, así. Yo también me reía y les conté. Pero era mentira Elena. Tú sabes que yo no te he tocado las tetas Elena. Así, así, más deprisa. Les conté para que no se burlaran de mí. Así, así, así. Tenia que hacerlo para que no se rieran Elena. Compréndeme Elena. Ven corre, así, fuerte, más fuerte, deprisa, deprisa. Yo no quería decirles Elena. Ahora, deprisa, ahora, ahora, deprisa. Pero tuve que hacerlo. Perdóname Elena. Deprisa. Te quiero Elena. Deprisa, deprisa. Perdona.

                                                           Tus tetas Elena son grandes y hermosas llenas de tantas y tantas manos. Me gustan tus tetas grandes y hermosas Elena. Tus tetas son como los campos del pueblo cuando les pega el sol a la hora de la siesta y nadie sale de casa por la calor. Y es como si tus enormes tetas lo llenaran todo. Como si el pueblo no fuera más que tus tetas. Como si los campos, y los árboles de la fuente, y la fuente, y las casas, no fueran más que tus tetas enormes. Como si el cielo no fuera más que tus tetas azules de tantas manos Elena. No llores Elena. Te quiero Elena, no llores. Tengo miedo de tus tetas cuando están llorando Elena.

26 VII 74




COMO SER DEBIERA


         Todo es como ser debiera. Si no, el azul del cielo y la rosa roja. Si no, el fondo del agua que abraza en silencio. Un día sucede a otro día. Y un hombre, tras de una ventana, espera a que vuelva a ocurrir el juego de luces, que le sorprendió un día al anochecer, sobre los tejados. El hombre espera siempre. Tarde tras tarde espera otra vez que el prodigio ocurra. El cristal está frío en invierno cuando lo toca con los dedos. Pero sólo si lo toca. Espera que un día, casi noche lluviosa y oscura, de nuevo suceda. Un hueco apropiado, ventana entre nubes, y un rayo preciso de luz viajera, que por un instante se extiende al cristal de una torre y la toca y la vuelve de plata. Tras de los cristales hay ropa tendida. Y por un momento aquel hombre llora. Luego gris azul de nuevo sobre los tejados. Y un sabor a sal. Y un vaivén de alegría y deseo. Todo así esta bien. Como ser debiera. Un teléfono escucha en silencio por ver quien le llama. Nadie llama al teléfono, por eso está triste. Un hombre ciego mira el mar. Luego es de noche otra vez y una chica se apoya en un muro. El muro está solo, y le cuenta y le canta quien sabe que cosas. La chica sonríe. Tras de la ventana unos niños jugando se cambian de acera. Hay un temblor de mimbres a la orilla del río y una larga antena que señala el cielo donde ser debiera. Todo así esta bien. Un manojo de llaves de ninguna puerta en un cajón guardadas, un lápiz pequeño, una peonza vieja y dos o tres postales, que esperan respuesta, secretean preguntas que nadie contesta. Si lloviera al menos. Si al menos lloviendo se abrieran las puertas al rayo de luna. Vueltas luna vieja. Vueltas y más vueltas luna de madera. Tras de la ventana un caballo cojo, de un tiovivo loco, vueltas y más vueltas de vieja madera, ha mordido a un niño. Dentellada verde de pintura fresca. El caballo ríe con risa de loco. Con risa de loco vueltas y más vueltas caballo al galope. Vueltas y más vueltas de espejos y luces.

         Pregúntame a mi donde van las nubes. Pregunta respuestas que nadie conozca. Tras de la ventana el hombre y las sombras. Si al menos lloviera. Si alguien encendiera siquiera una luz, norte de cigüeña, tras de la ventana. Sabores de almendra sin pena ni gloria, sin gloria ni pena. Tras de la ventana una boca abierta que bosteza y sueña es la noche oscura. Todo así está bien. Duerme niño, duerme. Como ser debieran están las orillas del mar y las huellas quietas de los pies descalzos. Como ser debiera el cabello de oro que es la arena fresca. Duerme niño duerme sin mirar la luna. La luna es de piedra, de cemento verde. Gusanos de seda sobre el calendario. Sobre la hoja abierta marzo 5 sábado. Hoy con letras negras. Todo así está bien. Mar, arena y viento. Como ser debiera. Crujir de retamas, baile de hojas secas, celebrando fiesta sobre la calzada. Feria del no olvido. Tras de la ventana un camino avanza sin destino fijo, y hay una quijada, con dientes de arena, que sonriendo dice: las cosas te aguardan como ser debieran.

Félix Fernández Montes
Mayo de I970